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Antalya

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Konya

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Aunque el paso natural hacia el este, desde Esmirna a Kayseri, es cruzando las montañas que rodean el Lago Egirdir, su altitud nos empuja en dirección sur en un "agradable" descenso hacia el mar. Sin embargo, desde Antalya, es igualmente difícil alcanzar Kayseri, pues se encuentra a considerable altura, por lo que la solución más fácil ha sido buscar un coche que nos lleve con nuestras bicicletas a Konya. Conocedores de esta situación buscamos en internet por el sistema habitual: poner en Google "Konya Travel Agency" y escribir a todas las empresas que se nos ofrecieron. La gran mayoría eran agencias de viaje que no se adaptaban a nuestras necesidades, no queremos un guía turístico ni un paseo góndola, por lo que la única opción (y una de las pocas que respondió al email) resultó ser Basaran Turizm, una empresa dedicada al transporte motorizado (para turismo, educación o lo que se tercie).
Después de unos cuantos mensajes, y el habitual regateo, alcanzamos un acuerdo (itinerario y precio) e hicimos una transferencia del 10% del total del servicio. Uno lo cuenta como si fuera lo más natural del mundo, pero no estuvo exento de dificultad pues, la persona con la que nos comunicábamos, siempre tardaba unos días en responder y lo hacía en pésimo inglés, con lo que, a nuestro entender, demostraba escaso interés y profesionalidad. Al final por 550 euros nos llevarían a los cuatro con nuestras bicis desde Antalya hasta el Valle de Ihlara haciendo algunas paradas en el camino. Quizás algo caro para Turquía pero no teníamos otras opciones y, al final, la empresa resultó ser muy seria.
Así que aquí estamos, en el Delight Deluxe Boutique Hotel de Antalya a las 9:30 de la mañana, desayunando, sin tener muy claro si vienen a por nosotros o se conforman con los 50 euros que les hemos adelantado. Pero una norma que se ha cumplido a lo largo de nuestro viaje es que los turcos son gente muy seria… en todos los sentidos de la palabra, y ahí están los dos conductores con una furgoneta mercedes enorme.

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Una odisea meter las bicicletas en ella, pues no han quitado los sillones ni tienen ningún tipo de soporte para las bicis. El encargado del aparcamiento nos ayuda a amontonarlas en el estrecho pasillo y encima de los sillones. Tenemos que supervisarles para que las traten con el cuidado que se merecen. Es tan grande que aún queda sitio para nosotros. Luego nos embarcamos en un viaje con muchas dificultades para comunicarnos con los conductores.

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Los dos conforman una pareja bastante peculiar y cómica. Uno bajito, regordete y calvo, y el otro, canoso y delgado, parece el mas serio y responsable. Les hemos bautizado pin y pon. Son un poco desastre pues, aunque hemos negociado con su jefe el trayecto, no tienen ni idea y andan preguntando constantemente, a nosotros y a todo el que se cruce en su camino. No saben nada de inglés y explicarles lo que ya hemos acordado nos cuesta un potosí. Recuerdan a la serie "Manos a la obra" donde Benito y Manolo pasaban mil peripecias similares a las que hemos vivido nosotros. Aunque lo cierto es que, al final, no tenemos nada que reprocharles, han cumplido sobradamente su cometido.
Habíamos acordado dos paradas en el trayecto hasta Konya. La primera en la cascada Düdem. Un salto de agua, en las afueras de Antalya, que cae directamente sobre el mar. Es algo que nos había llamado la atención al preparar el viaje y no queríamos perdernos. Es como cualquier cascada pero en lugar de caer sobre el curso del propio río o sobre un poza, lo hace sobre el mar. Hay muchos turistas y los propios conductores, que no deben conocerla, se acercan a echar un vistazo.

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De regreso a la furgoneta nos conducen a Side. Un antiguo pueblo pesquero con un anfiteatro romano y un templo junto a la costa, el Templo de Apolo. Visitamos las ruinas y el anfiteatro por fuera.

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Es un pueblo muy pintoresco pero completamente corrompido por los turistas, una especie de gran centro comercial. Quienes vamos buscando siempre lugares vírgenes no nos damos cuenta de que somos nosotros mismos quienes acabamos por corromperlos.

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Desde Side vamos directamente hasta Konya con una parada en un restaurante de carretera para el almuerzo. El típico restaurante con comida preparada expuesta en unas vitrinas que le vas pidiendo al camarero. ¡Qué ricas nos parecieron las habichuelas con tomate!
El Hotel Araf está supercéntrico pero es demasiado estrecho y lleno de cosas como para ser cómodo. La recepción tiene un montón de estampados y colorines, combinados con muy buen gusto, pero está tan abarrotada de antigüedades que, con lo patosos que somos con nuestras alforjas, tenemos miedo a movernos, no vayamos a romper algo (como aquel día en el Hotel Bodega Los Arandinos en la Rioja).
Pagamos a los conductores y dejamos las bicis en el furgón dado que pasado mañana van a llevarnos a Ihlara. No caemos en la cuenta de que, pagándoles y dejándoles las bicis, quedamos completamente en sus manos. Podrían no volver a aparecer nunca.
Nos instalamos y salimos a dar un paseo por la ciudad. Nos deja impresionados el Mausoleo de Mevlana Rumi y la mezquita Selimiye que lo flanquea. Es de noche y están perfectamente iluminados, con su extraña cúpula de azulejos azules que parece una enorme tienda de campaña colocada sobre el edificio. Nos acercamos al Bazar pero como ya están cerrando las tiendas, visitamos la Kapi Cami (mezquita), también iluminada con mucho gusto, y decidimos ir a la ceremonia de la Sema, acto que habíamos previsto para mañana.

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Llama la atención la limpieza en las calles del centro, el acabado de sus aceras, el orden y la homogeneidad en los edificios (todos los puestos del mercado tienen el mismo tipo de puerta). Una ciudad de espacios abiertos, grandes plazas y parques. Para tener un millón de habitantes tampoco se ven aglomeraciones de tráfico, sin embargo, todo ello contrasta con la cantidad de gente que pide limosna por todas partes. Algo que no hemos visto en ningún otro lugar de Turquía. Parece una ciudad musulmana bastante tradicional: no sirven alcohol en ningún restaurante y, por lo general, las mujeres van mas cubiertas.

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Camino al centro Cultural Musulmán ya empieza a hacer frío y tenemos que apretar el paso para no quedarnos helados. El salón de actos no está muy bien señalizado y nos perdemos aunque al final lo encontramos, está casi vacío.
La ceremonia de la Sema, de los Derviches Giróvagos discípulos de Rumi, es un espectáculo curioso. Primero entran los músicos y ocupan su lugar junto al escenario. Una especie de pista de baile circular, de no más de 20 metros de diámetro, rodeada de 6 filas de asientos en las que se sitúa el público. Luego entra un grupo de hombres y un niño (las mujeres no participan), en fila de uno, con un abrigo negro que luego se quitan quedando con una túnica blanca y un sombrero marrón medio afelpado y alargado hacia arriba. Empieza la música y tras pasar, uno a uno, junto a un señor mayor que se encuentra a un lado del escenario, y hacerle una especie de reverencia, inician el baile. No es otra cosa que girar y girar sobre sí mismos con las manos elevadas hacia el cielo y a la misma vez en circulo alrededor de la zona de baile (como la Tierra en su órbita que rota sobre sí misma y alrededor del Sol al mismo tiempo). Mientras esto ocurre, un chico mas joven, que interpreto sea el aprendiz del gran maestro, pasea entre ellos y parece que les corrige o da algún tipo de instrucción. Requiere de cierta habilidad moverse entre ellos sin tropezar con sus ropas pues, con los giros, la falda o parte de abajo de la túnica se abre ampliamente pareciendo un pequeño paracaídas… o una bailarina de las que gira después de darle cuerda al artilugio en el que está subida. Intentamos entender que tipo de vida llevan estas personas, si son monjes que viven retirados de la vida, o tienen una vida normal y luego hacen este tipo de espectáculo o cuestión religiosa. Da la sensación de que es una especie de meditación en movimiento. Bueno, en definitiva, que no sé como no se entontecen con tanta vuelta, porque todo el rato lo que hicieron fue girar al son de la música y los cantos de la pequeña orquesta.


Acabado el espectáculo, un poco revueltos por tanto giro, nos vamos a cenar en el Konya mutfagi, en las proximidades del hotel, una sopa tradicional llamada Orkra y un plato de carne con yogourt llamado Tirit.


DIA EN KONYA


Después del desayuno visitamos la mezquita Selimiye Masjid, está nada más doblar la esquina. Tiene una enorme cúpula ricamente decorada en tonos azules y una lámpara que cuelga del techo para quedar un par de metros por encima del suelo. Impresionante y cálida al mismo tiempo.

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El Mausoleo de Mevlana Rumi es otro asunto. Hay cientos de personas, la mayoría Turcos pues, por lo que hemos leído, es el mayor centro de peregrinación de Turquía, y recibe más peregrinos que la famosa Santa Sophia de Estambul. Podemos dar fe de ello. También vimos grupos de japoneses y de españoles. La figura de Rumi, no nos es desconocida, ese poeta y filósofo persa cuyas frases se leen a veces como sentencias que defienden el amor incondicional como forma de encontrar la paz interior. La visita nos sirve para acercarnos algo más a su biografía si bien no demasiado a su obra.

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El edificio tiene planta cuadrada y 4 grandes estancias en las que se exponen los sarcófagos de las figuras mas relevantes de la época, incluidas las tumbas de Mevlana y sus familiares más allegados, instrumentos musicales y hasta pelos de la barba de Mahoma, dentro de una cajita dentro que a su vez está dentro de una urna que la gente besa con devoción. Hay también diferentes versiones del Corán de ediciones muy antiguas, escritas a mano, alfombras de oración, vestuarios de bailarines y una zona reservada para el rezo de los peregrinos en la última estancia.

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Mas que la belleza intrínseca del lugar o de lo que se muestra, llama la atención el espectáculo de la propia visita. El ambiente que se crea en torno a cada objeto. La devoción de familias enteras, con sus hijos, que acuden con la naturalidad de quien cumple con una obligación inexcusable que, al mismo tiempo, es placentera.


El edificio por fuera es precioso, tiene una cúpula de azulejos color turquesa que llaman mucho la atención. Por la noche la iluminación lo hace aún más bello.
Tras la visita damos un paseo por el llamado mercado de las mujeres. Cada calle está dedicada a un producto y, cuando llegamos a la zona de ferretería y maquinaria para el campo, compramos una botellita de aceite para engrasar la cadena de nuestras bicicletas. Recorremos la ciudad hasta alcanzar la Madrasa, escuela de enseñanza del Corán, que tiene un hermoso techo de azulejos azules. Visitamos la mezquita Alaadin y los parques que la rodean. Subimos a una colina desde la que puede divisarse el skyline de la urbe pero resulta imposible por la altura de los árboles que la rodean.

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Con tanto ajetreo nos entra hambre y nos vamos a un restaurante turco que recomiendan en internet. El Haci Sükrü 1907 es un sitio de kebabs, muy auténtico y popular, que tiene un gran salón en el sótano. Aunque en las fotos de internet se muestra gran variedad de platos tenemos mucha dificultad para pedir algo que no sea cordero. No hablan inglés, aunque el camarero es muy simpático y nos intenta ayudar con el traductor del móvil. Comemos 3 postres riquísimos.
Volvemos a cruzar toda la zona centro hasta el hotel para descansar un poco y por la noche, después de un breve paseo par las calles del Bazar que ya está cerrando, vamos a cenar al Somatçi Fihi Ma Fih Restaurant, donde comemos un rico plato de carne con higos que resulta muy original y sabroso. Cenamos bien, nos reímos un rato y a la cama. Mañana a las 9.30 quedamos con Pin y Pon para salir hacia Ilhara.


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