de Konya a Ihlara

Foto
Foto

Otro día en el que no pedaleamos.
Dado que cometimos el error de pagar a los conductores y dejarles además las bicicletas, hemos estado inquietos hasta el último momento, temiendo que no se presentaran a recogernos. Por lo que se ve, son muchos más honestos y formales que nosotros. Lo que sí tenemos claro es que, en caso de aparecer, solo lo hará uno de ellos, pues el camino hoy es más corto. En el tiempo que hemos estado esperando en el vestíbulo del Hotel Araf hacemos nuestras apuestas.

Foto

Así que volvemos a la carretera sobre las 9.30. El paisaje es muy monótono, con llanuras y mas llanuras por la que nos mece la furgoneta hasta que nos deja dormidos.

Foto

En Sultanhani nos detenemos a visitar su famoso Caravasar. Una especie de fonda que, allá por el año 1200, hacía las funciones de área de Servicio para las caravanas que transitaban por la ruta de la seda. Desde el exterior no parece gran cosa: una gran nave industrial de piedra en medio de la llanura, del tamaño de un campo de futbol, o la muralla de un pequeño castillo que no deja entrever lo que esconde. No tiene ni una triste ventana hacia afuera.

Foto

El interior es bien diferente. Un espacio amplio y bien restaurado, con un gran patio central perimetrado por variedad de estancias.

Foto

En este lugar, plantado en medio de la nada, paraban a descansar, comer, dormir, tanto los viajeros como sus monturas, probablemente camellos. El Caravasar de Sultahhani es uno de los mejor conservados y el mayor de Turquía. No solo un sitio donde parar a estirar las piernas. Un lugar interesante y muy bien conservado.

Foto

En el bar que hay al otro lado de la calle, un sitio para turistas, nos tomamos unos capuchinos y compramos una botella de vino turco. Esta noche nos alojaremos dentro del Valle de Ihlara, en una casa-cueva de turismo rural, y prevemos que será un sitio tradicional en el que no se sirva alcohol y, como hará mucho frío, en la cena vamos a agradecer el vino.
Luego subimos al coche y vamos directamente a Belisirma, en el Valle de Ihlara. Este valle es en realidad un gran cañón de impresionantes paredes verticales que, con la erosión, ha sido generado por el río Melendis. Belisirma está en el centro del mismo. Tomamos posesión de nuestras hermosas habitaciones, esculpidas en la roca y decoradas con gusto al estilo de la zona, y volvemos a subir al coche.

Foto

Antes de despedirnos del chofer éste nos hace un último servicio, nos acerca al pueblo de Ihlara, que da nombre al valle y está en un extremo del mismo. Nos despedimos con pena porque ha sido un compañero leal a lo largo de los kilómetros que hemos hecho juntos, y nos echamos a andar siguiendo el curso del río hacia Belisirma.

Foto

El paisaje es muy relajante. Ruido de agua, vegetación variada y vamos visitando la multitud de pequeñas iglesias cristianas que hay a lo largo del camino.

Foto

Son iglesias-cuevas que, como nuestras habitaciones, han sido excavadas en la piedra y tienen algunos frescos, aunque todo muy mal conservado.

Foto

Siguiendo el sendero regresamos a Belisirma donde, después de repasar las bicicletas, nos damos una ducha en nuestro precioso hotelito y, disfrutamos de un merecido descanso tomando un té junto al río hasta que nos sirven la cena. La postal es super romántica… las escarpadas paredes, la frondosa vegetación, el ruido del agua y de las hojas movidas por la suave brisa, la noche. Pero, aunque tenemos la precaución de ponernos toda la ropa de abrigo que llevamos, hace un frío terrible.
La señora que regenta el hotel, una mujer morena y delgada, dura, trabajadora y decidida, muy agradable, deja su abrigo a las chicas y el amable cocinero, con quien no somos capaces de cruzar una palabra porque no habla nada de inglés, cocina en una parrilla que hay muy cerca de la mesa y, cuando termina, tiene la deferencia de poner las brazas en un brasero bajo de la mesa. Entonces la cena cambia, se hace más apetitosa. Vemos los colores a pesar de la oscuridad. Reímos, bebemos y disfrutamos de los manjares con otro talante. Es un momento delicioso. Además, el buen hombre, ha tenido el detalle de cocinar unos espaguetis con verdura y un puntito de picante, para la vegetariana del grupo, a pesar de que no había ningún plato vegetariano en la carta. Los demás comemos pescado. Una cena deliciosa que, aderezada con el cariño y la botella de vino que compramos en Sultanhani, resulta más encantadora aún si cabe. Un momento inolvidable. Luego nos vamos a la cama.

Foto

Mañana nos ponen el desayuno a las 8.00 horas, es algo tarde para los kilómetros que tenemos pensado pedalear, pero, aunque se intenta adelantar la señora nos dice que hace demasiado frío a las 7.30, así que lo dejamos a las 8.00 horas.

>>PASA A LA PÁGINA SIGUIENTE>>

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 España