Etapa que transcurre por la zona fronteriza entre Chequia y Alemania.
75 kms que recorrimos en 5,30 horas.
Salimos temprano de Mělník y, al poco de empezar, una sorpresa, había que atravesar el río y solo había un puente peatonal con oleoducto para hacerlo, sin rampa, solo escaleras. Miramos a un sitio y otro buscando la lógica alternativa… nos debemos haber perdido, confundido en algún cruce y debe existir otra ruta, pero no la encontramos y de nuevo tenemos que cargar las bicis: sube bici, baja bici… un buen trabajo en equipo. Son cosas que pasan.
Un poco más adelante, cuando el camino era más fácil y parecía que ya nada podía pasarnos… la segunda sorpresa del día: el primer y último pinchazo del viaje.
Más allá de estaa anécdotas, la ruta 2 fue bien, estaba perfectamente señalizada, parte de buenos tramos, otros de gravilla, algún camino de cabras, manzanos a pie de carretera que nos aportaron un poco de fruta para hacer más fácil el camino.
Nos detuvimos para el almuerzo en Litomerice, una ciudad bonita y con bastante historia. Nos adentramos en la ciudad hasta la plaza y comimos algo ligero en una terraza en la que pegaba el sol y se estaba muy agradable. Al poco seguimos la marcha.
Antes de llegar a nuestro destino, divisamos a lo lejos una pequeña fortificación en lo alto de un peñón que flanqueaba el río. Se trataba de el castillo de Hrad Strekov. Nos detuvimos a hacernos unas fotos pues se veía majestuoso desde abajo.
No mucho más adelante, en una curva de 90º que hace el río a la derecha en el sentido de la corriente, encontramos la ciudad de Ustí nad Labem.
Desde el principio el aspecto de esta ciudad es desolador, un núcleo urbano industrial, sucio y desvencijado. Pedaleamos hasta el centro y dimos un par de vueltas para decidirnos por el mejor hotel que encontráramos. También la elección resultó difícil. El Interhotel Bohemia ocupa un gran edificio de muchas plantas en lo alto de un promontorio, se le ve enorme y prometía ser un gran hotel, pero, al entrar, el aspecto del vestíbulo era el mismo que el de la ciudad cuando te adentras pedaleando por los márgenes del río. Un vestíbulo enorme, decadente y oscuro. Recordaba una de esas fastuosas construcciones que tanto proliferaron en la Unión Soviética, sobrias y magnificas, pero sin un pizco de humanidad. Los recepcionistas ni siquiera levantaron la cabeza. Salimos espantados y nos dirigimos a un pequeño hotel que había cerca, Pivovar Hotel na Rychte, tenía un aspecto acogedor, estaba céntrico y disponía de una taberna que ocupaba casi la totalidad de la planta baja. La típica cervecería que hace su propio producto. Nos preocupaba que el ruido de la taberna nos fastidiara la noche pero se hacía tarde y no teníamos mejor opción a esas horas. Cada uno subió a su habitación, a ducharse, hacer la colada, descansar, esas cosas… y al rato, sin haber quedado siquiera, nos encontramos de nuevo todos con nuestros dispositivos en el pasillo. El wifi no era todo lo potente que hubiéramos deseado dentro de las habitaciones. Así que nos acomodamos en el suelo e hicimos las correspondientes gestiones en nuestras tabletas.
Luego bajamos a cenar a la taberna, pues parecía un sitio de lo más auténtico, con sus barricas donde la cerveza se fermentaba a la vista de todos, pero llena de fumadores. Esto no nos hubiera importado pero no había sitio, ni siquiera para la gente que estaba alojada en el hotel. Estaba atestada de gente joven.
Salimos a pasear y, como no encontrábamos nada que fuera de nuestro gusto, al final acabamos cenando en un centro comercial que había cerca del hotel en un restaurante italiano llamado Pizzería Michelangelo que resultó bastante de nuestro gusto. Al salir regresamos al hotel y nos fuimos directamente a la cama. La vida nocturna en la cervecería de la planta baja ya se había acabado del todo.
