Levantamos temprano es una rutina que no cambiamos cuando cogemos la bici y, con la ansiedad del comienzo del viaje, ese día no iba a ser diferente. Desayunamos en el Hotel, ya vestidos como ciclistas, con la inquietud que embarga al niño en el día de Reyes. Fuimos en el coche de alquiler al punto en que Nava-rent tenía las bicicletas. Jota Echegoyen estaba atareado con los ajustes. Un trabajo que nos demoró pues, aunque hacía bastante tiempo que le habíamos comunicado las tallas que necesitábamos, aún no tenía instaladas las bacas para las alforjas. En cualquier caso, mientras le ayudamos a organizarlo, las chicas se fueron a devolver el coche al punto de entrega de Europcar en la Estación de Renfe. Luego sacamos nuestro equipaje de las maletas y lo colocamos como buenamente pudimos en las alforjas. Algunas de las que nos ofreció no eran impermeables y, en caso de lluvia, podían habernos dado problemas. Pero estábamos de enhorabuena, era el día en que empezábamos con nuestro viaje y las cosas vienen como te vienen.
Jota es un tipo cercano y amable, y nos ayudó en todo lo que estuvo en su mano. Nos cambiamos en el baño del local y empezamos la ruta. Jota se ofreció a servirnos de guía en los primeros kilómetros, y fue de ayuda pues, salir de una ciudad siempre es una dificultad añadida y más aún el primer día, cuando tu cabeza aún no ha salido de tu puesto de trabajo. Tuvimos que parar al poco de empezar para ajustar las bicis. Una de las ruedas era demasiado ancha y rozaba contra el cuadro. No era mucha cosa pero… no se sabe cómo puede llegar a complicarse una simple rozadura después de cientos de quilómetros. La solución más práctica y sencilla fue cambiar la rueda por la de la bici de Jota y, al final, asunto arreglado.
Jota se mostró muy paciente y fue una agradable compañía aquellos primeros kilómetros, le hicimos todas las preguntas que nos pasaron por la cabeza, no tanto sobre las peculiaridades del viaje, como de su tierra y de cómo se había decidido a montar una empresa de estas características. Nos acompañó hasta el puente que cruza el Río Ebro a los pies de Lapuebla de Labarca. Nos despedimos de él y, al poco de entrar en Lapuebla, ya nos perdimos. No estamos acostumbrados al GPS y no nos quedaba claro cual era el track a seguir y, aún sabiéndolo, nos resultaba difícil acertar con la dirección adecuada (era uno de esos GPS que te muestra la ruta suspendida en el vacío, ya que no dispone del mapa de la zona. Si estas sobre la ruta solo tienes que seguirla como quien recoge migas de pan, pero cuando estas fuera de la ruta has de adivinar cómo llegar hasta ella, pues no te muestra los obstáculos ni las carreteras).
Tuvimos que dar un rodeo por Elciego, por donde no teníamos previsto pasar el primer día, y de Elciego, para no complicarnos la vida, fuimos por carretera hasta Laguardia. Al final llegamos sin problema.
En lugar de parar y visitar Laguardia decidimos ir primero al Hotel Bodega Eguren Ugarte, donde nos instalamos, dimos una buena ducha caliente, y con las bicis sin las alforjas volvimos a Laguardia para dar un breve paseo por sus bonitas calles peatonales.
Nos tomamos una cerveza en una terraza que había en una de sus calles y regresamos al Hotel a tiempo para visitar la bodega.
He de decir que esta fue la Bodega cuya visita más nos interesó del viaje (solo visitamos ésta y la del Marqués de Riscal). Nuestra guía nos mostró la red de túneles excavados en la montaña y los nichos donde los socios guardan sus mejores botellas. Nos pareció una joven muy agradable y comprometida con su trabajo. Se sentía de verdad parte de aquellas cuevas y admiraba a su jefe, don Vitorino Eguren. Incluso, en nuestro particular delirio, llegamos a pensar que tanta admiración debía esconder un secreto, que ella era miembro de su familia. No se lo preguntamos. Después de la visita disfrutamos de una agradable cena en el restaurante del Hotel y nos fuimos a la cama temprano, como siempre.
