de
Horsens

LFGP

a
Fredericia


Ocurrieron una serie de sucesivas desgracias en esta etapa de 80 a 100 kilómetros de los que solo pudimos hacer 70 y los últimos 30 tuvimos que hacerlos en tren.
Al igual que en la etapa previa, existía la posibilidad de ir en línea recta (Carril bici número 53) o dar un rodeo siguiendo la línea de costa entre Horsens y Vejle (Carril bici número 5). No nos poníamos de acuerdo en cómo afrontar la jornada y finalmente nos decidimos por el camino más largo. Una decisión que nos retrasó demasiado.
Nos sirvieron un buen desayuno en el Danhostel. Conversamos con algunos clientes y nos sorprendió que alguno hubiera veraneado en Playa del Inglés, en Gran Canaria. Aprovechamos para hacer un poco de publicidad de nuestra tierra y eso nos retrasó aún más… salimos a las 9:30.
Subir la cuestita de acceso al albergue fue el perfecto calentamiento para iniciar la jornada, de pronto ya no estás en la cama sino sudando en la calle. La Ruta número 5, que iba paralela a la costa, empezó a darnos problemas al poco de haberla iniciado pues, al dividirse, como en tantas otras ocasiones a lo largo del viaje, no estaba señalizada. Atravesamos un bosque y llegamos a una especie de marisma. Tuvimos que retroceder cuando el camino se hizo impracticable y buscar una carretera para avanzar por el carril bici que iba paralelo a ella. Volvimos a perdernos más adelante. El camino avanzaba entre grandes plantaciones de trigo, caballos y enormes extensiones de terreno.
En algún punto extendimos nuestro mantel a la sombra de un árbol, y comimos lo que llevábamos: algunos restos del día previo, papas fritas, ensalada de salmón ahumado, y bocadillos.

AMG

Fue un día desastroso pues, cuando ya creíamos que, con el avituallamiento, habíamos recuperado las fuerzas, una larga cuesta nos hizo echar el pie a tierra. ¿Podía complicarse la cosa? Siempre puede. Antes de llegar a Vejle, tuvimos que tomar el arcén de una autovía pues no encontramos ruta alternativa. Nos desagradó mucho pero solo fueron un par de kilómetros.
Así que, entre una cosa y otra, cuando llegamos a Vejle nos habíamos demorado en exceso. Eran las 18:00 y todavía nos faltaban 30 kilómetros para llegar a Fredericia, buscar el alojamiento… la logística de toda las tardes. Estábamos cansados y, cuando vimos la estación de tren aparecer ante nuestros ojos, nos pareció que era una señal del destino. Entramos a preguntar por los precios y los horarios, y sacamos unos billetes por 240 DK para 6 personas y 6 bicicletas (32 euros).
Subir al tren fue toda una aventura porque solo paraba durante un par de minutos y, las bicis cargadas con las alforjas, eran demasiado pesadas y muy poco manejables. Nos costó su trabajo. Las alojamos como pudimos en el vestíbulo del vagón y llegamos en un momento a Fredericia.
Fredericia nos pareció un pueblo tranquilo. Casi nadie en la calle. El Hotel Gammelhavn, junto al puerto, no tenía recepcionista. Nos dieron una clave para entrar y, una vez dentro, allí estaban las llaves.

Foto hotel

Hicimos la colada, nos dimos una ducha y salimos a dar una vuelta y a buscar un sitio para la cena. Nos quedamos embobados mirando el agua en el puerto. Miles de medusas habían quedado atrapadas en una entrada de mar y flotaban allí, esperando la muerte, todas apelotonadas, apagando el brillo de la superficie del mar y dándole al agua un aspecto inquietante.
Estábamos cansados después de un día muy duro y no lo íbamos a complicar más con la cena. Nos metimos una pizzería que había en la zona.


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