Lago hacia Antalya

de Karacaören
a Antalya


Desayunar a las 8.30 es tarde para nuestro gusto, por lo que tenemos que ir más rápido, sin embargo, por ser la última etapa tras 5 días sin descanso, nos demoramos en el desayuno que, como siempre, han preparado con productos locales (aceitunas, mermeladas, hojas verdes…)
Hacemos algunos ajustes a nuestras bicis, pagamos el alojamiento y, entre una cosa y la otra, cuando salimos son cerca de las 10.00. Se nos ha hecho tarde y empieza a acobardarnos lo que nos espera: la terrible cuesta que bajamos ayer como postre y luego, el calor y los diferentes repechos que el camino va a poner por delante. La imaginación es más poderosa que la realidad.


Perfil


Temes que, en las primeras pedaladas, tus pierna fallen, pero después te sorprenden, porque las sientes fuertes y la temida bajada, con que acabó la etapa de ayer, en sentido contrario no es para tanto. Sube nuestras pulsaciones desde el minuto 1, pero nos pone a tono para afrontar el resto.
Nos detenemos en Kagin a decidir el mejor modo de acometer el túnel que hay más adelante. Vamos por una autovía y, si llegas a la bocana no hay modo de retroceder, así que debemos estudiarlo primero. Preguntamos a un señor que sale de un bar (con mímica por supuesto) y nos invita a seguir adelante. La alternativa es una carretera de tierra que zigzaguea montaña arriba. Hace mucho calor y no sabemos qué nos deparará la etapa pero… el cliente de un bar, con su media sonrisa y sus mejillas sonrosadas, no es el mejor consejero. Decidimos hacerle caso y nos ponemos en marcha, aunque a todos nos ronda si el buen hombre ha entendido o si estaba beodo o… vete a saber las motivaciones de un hombre que toma una copa en un bar de carretera a media mañana entre Karacaören y Antalya.


Hacia


En cualquier zona del mundo los túneles son peligrosos para las bicis pero aquí no vemos la prohibición. Está situado en alto respecto al pueblo así que lo contemplamos a medida que pedaleamos montaña arriba, como una gran boca oscura que estuviera a punto de engullirnos. Al llegar a la bocana respiramos aliviados. Tiene una acera adoquinada que, no siendo ancha, es suficiente para una bici. Solo 500 metros muy negros y un punto de luz a lo lejos. Nos lanzamos a ello. Vamos tan concentrados en mantener la rueda en el pasillo de adoquines que cometemos el error de no quitarnos las gafas, así que vamos a ciegas. En fila india, concentrados en la rueda que tienes delante y consciente de que tienes otra bicicleta detrás, no es momento de quitarse las gafas, así que la empujas con el dedo para que resbale, como por un tobogán hasta la punta de la nariz, e inclinas la cabeza para mirar el camino por encima de ellas. Concentrados en el punto de luz que cada vez se ve mas cerca debemos parecer cuatro viejos miopes… en bicicleta. Los coches y los camiones emiten un terrible rugido al entrar en el túnel. Un ruido que reverbera, se multiplica y parece que va a tragarte, que el tráfico va super rápido y no vas a salir vivo de ese agujero… pero no ocurre.
¡¡¡¡¡¡Lo cruzamos!!!!!! Al salir del túnel nos felicitamos, como si hubiéramos hecho el Tour de Francia.
De modo que la segunda dificultad montañosa del día queda minimizada con esta maniobra y nos disponemos a pedalear un poco más para entrar en Antalya.
El estado del arcén es muy malo, como si estuviera a medio asfaltar, o le faltara una capa y resulta incómodo para rodar. La bici vibra mucho lastimándote las muñecas y el culo. Por eso, cuando superamos la tercera dificultad montañosa y llegamos, por fin, al momento de abandonar la carretera principal y resulta que la calidad de la carretera cambia y se convierte en una alfombra con una ancho arcén por el que se circula a las mil maravillas… no tenemos el culo para meternos por carretera de tierra y decidimos seguir un poco. Solo tenemos en la cabeza el Hotel. El calor es terrible y paramos cada 10 kilómetros para refrescarnos en algún bar o tiendita de carretera.


Hacia


A la altura de Fetilhe nos desviamos a la derecha para entrar a la ciudad por una zona popular y de menor tráfico. Atravesamos primero una zona agrícola de invernaderos con tomates.


Hacia


No vemos a demasiada gente, quizás por la hora, pero hay muchísimos invernaderos.



Luego empiezan las casas, se ve una zona humilde y, en algunos puntos, un poco destartalada… pero segura. Algunas cuestitas.


Hacia


Como siempre que entras en una ciudad grande (Antalya tiene 1300000 habitantes) la cosa se va complicando cuando te acercas al centro. No entiendes las indicaciones de los carteles y así acabamos dentro de un túnel de 500 metros sin arcén. No pasa nada pero te sube la adrenalina. Luego encontramos un puente para cruzar una vía principal en el que está claramente señalizada la prohibición para las bicicletas. Ves que los ciclomotores suben pero, después de la experiencia del túnel… no queremos arriesgarnos. Buscamos un camino alternativo y nos lleva un rato.


Hacia


Llegamos al Kaleiçi, el barrio antiguo de la ciudad, el cual tiene restringido el tráfico de vehículos por ser las calles muy estrechas. Muchos turistas por todos lados. Nos instalamos en el hotel sin problemas y salimos a cenar a un restaurante cercano con prisa, porque tenemos entradas para la Gala de clausura del Festival de Opera del Teatro de Aspendos, el teatro romano mejor conservado del mundo, a 40 kilómetros de la ciudad.
El taxista nos cobra 60 euros por el viaje de ida y vuelta y el espectáculo es realmente bonito. Algunos inconvenientes a nuestra llegada pues, aunque hemos comprado las entradas con antelación, una vez allí la gente se sienta donde le da la gana. Nosotros somos españoles y vamos y nos sentamos en nuestro sitio. Una inglesa tiene la desfachatez de indignarse a pesar de habernos usurpado el sitio y no le da la gana quitar el bolso del asiento contiguo para putearnos. Nosotros no nos movemos.
La acústica es impresionante y la iluminación no hace sino resaltar la singularidad del teatro. Al principio estamos un poco tensos por el incidente de las butacas pero luego la música te envuelve y conseguimos relajarnos un poco.



Maravillosa función, con las arias mas bonitas interpretadas en ópera, acústica perfecta y un sitio espectacular. De vuelta al hotel el taxista conduce como lo hacen siempre en Turquía, como si llevaran prisa o les fuera la vida en ello.



DIA EN ANTALYA



Cuando te alojas en el Kaleiçi ya no tienes demasiado que hacer en Antalya. Es un barrio precioso en el que caminar y disfrutar de los pequeños rincones que tiene. Visitamos la Puerta de Adriano y nos perdimos por sus callejuelas.


Hacia


El pequeño puerto no tiene prácticamente actividad pesquera sino solo turística, y lo mismo ocurre con sus pintorescas casas otomanas, han sido transformadas en pequeños hoteles. Todo lo que transcurre ocurre en pantalón corto, minifala, camisas sin manga, lino y pamela. El ritmo es pausado.


Hacia


El calor y la humedad son tan intensos y que andamos buscamos siempre una sombra… o un poquito de brisa. Hay tantos turistas que parece más un centro comercial que un pueblo típico, y tratamos de huir de las grandes aglomeraciones. Aquellos puntos de la ciudad donde se dan codazos para lograr una foto.


Hacia


Luego, agotados por el calor, compramos unas chucherías y nos vamos al hotel a meternos en la piscina. Leemos, dormimos, compartimos fotos. El sonido de la llamada a la oración en la piscina nos resulta exótico. Lo extrañaremos.


Hacia


Por la noche cenamos en el Restaurante Aya, también en el Kaleiçi. Un restaurante de pescado, muy turístico, que está muy bueno pero que se convierte en la cena más cara del viaje.


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Antalya
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