de
Sirince

Foto Salida Sirince en bici

a
Sultanhisar


Un día que temíamos porque, a parte de ser una larga distancia, la carretera empezaba subiendo para atravesar la montaña y el desnivel de la misma era toda una incógnita para nosotros. No habíamos leído de nadie que lo hubiera hecho y, cuando ya estábamos en Sirince, preguntamos a la señora que regentaba nuestro Hotelito por dicha ruta y tampoco sabía que hubiera carretera alguna. Será porque era inglesa y, aunque llevara años viviendo en el pueblo, no se había interesado por esas rutas.
Lo cierto es que ya lo teníamos planeado y no íbamos a dejar de hacerlo por algunas incógnitas. Un viaje como éste siempre está lleno de incertidumbres, es uno de los placeres que tiene, poder desprenderte de esa vida construida sobre certezas y asomarte al vacío (un vacío relativo). La otra alternativa era regresar a Selçuk y dar un rodeo, lo cual nos haría perder un día, por lo que era inaceptable.

Foto

Sobre las 5.45 y la llamada a la oración abarca todo en el pueblo. Resulta bastante inquietante después de la mala noche que tuvo alguno. Durante la conversación nocturna no se nos ocurre sino hablar de fantasmas y luego… los vemos escondidos por todas partes. La casa es antigua, con sus muebles de época y sus maderas que crujen, tiene mil sitios donde imaginarlos escondidos, agazapados en silencio a la espera de algún incauto. Y cuando ya estás metido en la cama, la habitación, con su suelo de madera, sus cortinas blancas de encaje y el enorme espejo… en la penumbra de la noche tienen un aire tenebroso. No pegas ojo y cuando piensas en bajar a orinar… no lo haces… primero por no despertar al resto del grupo y segundo por miedo bajar las empinadas escaleras a oscuras. ¿y si le pido a alguien que me acompañe? Mala idea… y bajo sola. Cuando regreso y me quedo dormida ese gemido profundo y lastimero me despierta de un duermevela desapacible… ¿Quién anda? Susurro a media voz para no despertar a nadie, pero solo ese gemido profundo responde. Ese gemido que se perpetúa y confunde con mis pesadillas. Un quejido que recuerda al cante jondo… entonces caigo… son las 5.45 y ya se intuyen las primeras luces, es la llamada a la oración del Imán… falsa alarma.
Esos fantasmas son los que nos rondan en el desayuno. El fantasma real que habitaba la casa y el fantasma del camino de hoy, con todas sus incertidumbres. Pero cómo es el ser humano. Bastan unas aceitunas, un poco de queso, miel, fruta, mucho pan y dulce de leche, para olvidarse de todo. Nos lo sirven en la terraza con los primeros rayos sol. Las vistas, los ruidos y los olores del pueblo, y los deliciosos manjares que con tanto cariño nos sirven, logran que olvidemos la mala noche y las dudas que ensombrecen el día. Conseguimos disfrutar del momento.

Foto

Con la tripa llena parece que no hay nada que pueda resistírsete. De la mesa a la bici. La mejor forma de responder a las dudas es ponerse a ello. Así que salimos y, a las primeras de cambio, las cuestas nos quitan el hipo. Primera sorpresa del día. La carretera es de tierra y, en más de una ocasión, tenemos que echar pie a tierra porque la pendiente es mucha, y las bicis con las alforjas están pesadas y nuestros estómagos con el desayuno… más de lo mismo.

Foto

Luego, antes de alcanzar la cima hay unas vistas muy bonitas de Sirince. Se ve el pueblo de frente. Una foto que aparece en todas las postales pero que luego nadie ve in situ. Nosotros tenemos la suerte de verla y nos detenemos a descansar y a sacar unas fotos, aunque la luz de la mañana es escasa y no salen muy claras.

Foto

Mas arriba el camino nos da un descanso y llaneamos un poco. Atravesamos unos paisajes bien lindos. Coquetas huertas de árboles frutales y hermosos olivares con, por lo general, muy pocos indicios de actividad humana.


La carretera vuelve a empinarse y seguimos con nuestra escalada. El día nos tiene reservada una desagradable sorpresa. Segunda del día. Uno de los caminos por el que teníamos previsto subir no existe, es más bien un estrecho barranco que Google Earth ha marcado como si fuera una carretera en el mapa. Supone un problema pues es la única forma de alcanzar la ruta prevista y, nosotros no somos super-ciclistas que ante las mayores dificultades sacan pecho, nosotros somos del montón y nos surgen dudas. Debatimos un rato ¿por aquí o por allá? ¿Qué hacemos? Al final damos un pequeño rodeo por Lekeroy.

Foto

Resulta que el rodeo no es para tanto. Hacemos más kilómetros y nos retrasamos un poco, sí, pero la bajada es hermosa, hay vides y olivos a ambos lados del camino… y se ven hermosos con la luz anaranjada de la mañana.

Foto

La carretera no es buena y avanzamos lentamente. Llegamos a Lekeroy, un pueblo junto a la carretera, al que ni siquiera entramos. Vamos con dos horas de retraso y todavía queda mucho día por delante.

Foto

Pasamos de largo para no retrasarnos demasiado y seguimos paralelos a la carretera durante un buen rato. Es un camino polvoriento que pica un poco hacia abajo y atraviesa varios pueblos, muy pequeños, en los que prácticamente no vemos a nadie en la calle.

Foto

Antes de alcanzar la carretera y cuando el firme del camino se está poniendo muy feo, un campesino en su tractor nos recomienda retroceder porque, más adelante, el camino se hace impracticable. Tercera sorpresa del día. Todo esto nos lo comunica en una charla de lo más surrealista porque ni él habla inglés ni yo turco. Le hacemos caso y, justo antes de incorporarnos a la autovía hacemos un descanso en el típico bar que hay en todos los pueblos, lleno de hombres charlando y tomando té en la terraza.

Foto

Con todo nos hemos demorado mas de una hora en las montañas, pero recuperamos bastante en la autovía. El arcén es ancho y aunque los coches pasan deprisa nosotros también. Es un camino triste porque no ves nada… solo bajas la cabeza, aprietas los dientes y pedaleas. En Aydin nos adentramos en la ciudad para evitar la autopista y, pasada la ciudad, vamos por pequeños caminos paralelos a la vía rápida durante bastantes kilómetros, hasta que un barranco cargado de agua nos interrumpe el paso. Una excavadora está tratando de restablecer el paso pero no hay forma de seguir adelante. Cuarta sorpresa del día.

Foto

Tenemos que retroceder un poco y cruzar a pulso las vías del tren, para regresar a la autovía. Como llevamos cierto retraso y estamos cansados, decidimos terminar el camino por la vía rápida. Unos kilómetros que se pasan en un periquete.

Foto

En Sultanhisar nos aguarda la quinta sorpresa del día. El hotel Nysa se encuentra en lo alto y subir hasta ahí no está exento de mérito.
¡Ay mísero de mí, y ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
¿qué delito cometí
contra vosotros naciendo?
Es un hotel bastante grande con diferentes bloques de habitaciones, restaurante y gran piscina. En el pasado, debió ser un gran hotel, ahora tiene un aspecto decadente y un poco destartalado. Más de uno tenemos que echar pie a tierra para llegar arriba. Luego de hacer la colada nos damos un baño en la piscina que mira al valle por el que hemos venido. Estamos tan cansados que ni se nos ocurre salir a dar un paseo. Cenamos en el mismo hotel, con unas maravillosas vistas de la ciudad pero nada mas… la cena es corriente. La carne dura y las verduras frías y hechas con poco amor. Excepto por la comida, las vistas y el momento resultan muy agradables. Nos vamos a la cama con esa sensación. Mañana tenemos 100 kilómetros por delante hasta Pamukkale.


>>PASA A LA PÁGINA SIGUIENTE>>

Foto Salida Sirince en bici
Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 España