de Ettlingen
a Heidelberg

palacio de Karlsruhe


Despertamos con las mismas motivaciones de todos los días. Comprobar que nuestra ropa estuviera seca, ordenar las alforjas, desayunar, lavarse los dientes y subirnos de nuevo a la bici. La dureza del día anterior ya había pasado a la historia. Salimos del Ibis Styles Karlsruhe con renovadas esperanzas. El destino no podía tratarnos tan duramente como el día previo. Una posibilidad que habíamos barajado en esta etapa era cruzar el río e ir a visitar el Museo de la Tecnología de Espira. Desde Ettlingen hay 55 km hasta el museo y después de la la visita aún quedarían 15 km hasta Heidelberg.
Al final decidimos no hacerlo. Después de lo que había pasado el día anterior (tardamos 11 horas) nos parecía que no íbamos a tener tiempo. Los jóvenes tenían problemas para seguir el ritmo y parábamos cada 15 km para que descansaran.
Al poco de salir atravesamos Karlsruhe con su impresionante palacio situado en un hermoso parque en el centro de la ciudad y que es conocido como el Versalles alemán. Karlsruhe estaba todo patas arriba, estaban haciendo obras por todas partes y tuvimos que sortearlas siguiendo las indicaciones que había para peatones y para ciclistas.

Karlsruhe

Luego nos hicimos algunas fotos en los jardines del palacio y llegamos a la Selva Negra. Uno lo dice así y le parece que atravesara un lugar de cuento, oscuro e inhóspito, lleno de peligros, incluso brujas… quién sabe, pero lo cierto es que después de atravesar una ciudad grande y bulliciosa como Karlsruhe, la Selva Negra fue un respiro, un paseo maravilloso que de pronto te transporta a otro mundo, una recta enorme y silenciosa, trazada entre una frondosa vegetación que nos daba una sombra muy agradable. De vez en cuando algún ciclista muy relajado.

Selva Negra

A medio día, paramos a comer algo en Graben-Neudorf. Hacía un calor que rompía las piedras y el pueblo estaba desierto. Dejamos a los niños a las sombra de un gran árbol que había frente a la iglesia y nos fuimos a buscar un supermercado donde comprar lo necesario para hacer unos bocadillos… pero resultó imposible. Así que acabamos metiéndonos en el restaurante Festhallen. Tenía una terraza muy agradable (Biergarten) junto al aparcamiento de una piscina que debía ser municipal. Pedimos 4 Schnitzel que compartimos entre los 4 por 60 euros. A la señora que regentaba el local le costó comprender que quisiéramos pedir solo 4 para 6 personas. Frunció el ceño y estuvimos a punto de retractarnos y pedirle 6, por temor a una reprimenda. Pero cuando le explicamos que nos quedaban aún muchos kilómetros hasta Heidelberg y que no queríamos comer demasiado para que el viaje no se nos hiciera pesado, se le suavizó el gesto y al final hasta le dejamos una buena propina porque fue una persona muy amable. Fue una decisión adecuada, y a lo mejor con 3 hubiéramos tenido suficiente, porque cada plato traía dos filetes empanados.

Restaurante Festhallen

Llegamos a Heidelberg sin más incidentes y nos instalamos. The Heidelberg Exzellenz Hotel está muy convenientemente situado en las proximidades del céntrico Barrio de Altstadt y es un edificio de época que ha sido decorado con mucho gusto, ofrece unas habitaciones espaciosas y de bonito diseño y estado de conservación, aunque tiene dos grandes inconvenientes: no tiene aire acondicionado (lo cual en Alemania no debe significar nada porque los días de verdadero calor son pocos) y el edificio del ala adjunta no cuentan con ascensor, y nadie se ofrece a subirte el equipaje (lo cual, si vienes cansado de unas cuantas horas en la bici se echa de menos). Por otro lado el aparcamiento para guardar las bicis no se encuentra en el propio edificio sino un par de números más allá en la misma calle y eso también puede ser un inconveniente. Después de las actividades propias de nuestra llegada salimos a visitar el centro.
Habíamos elegido un Restaurant muy bien valorado en la calle Hauptstrasse, de modo que nos sirviera de parada durante la visita al barrio Histórico de Altstadt. Se llamaba Zum… no sé qué, pero íbamos tan cansados y teníamos tanta hambre que cuando vimos el Zum Gueldenen Schaf nos pareció que era el mismo, entramos y nos resultó muy agradable por lo que decidimos quedarnos y, he de decir, que fue la decisión adecuada pues disfrutamos mucho de la comida. Tenía mucha variedad de comida local y el precio nos pareció el adecuado (180 euros los 6). En la parte trasera había una terraza que estaba completamente llena de gente comiendo, bebiendo y viendo el partido de turno, así que nos quedamos junto a una de las ventanas abiertas que daba a la calle Hauptstrasse. Era un sitio muy agradable.

Hauptstrasse

Con la barriga llena visitamos la plaza con su imponente catedral que se yergue como una fortaleza inexpugnable y bajamos al río Neckar para hacernos la inexcusable foto junto al puente Carl-Theodor-Brücke (puente de Carlos Teodoro), que lo atraviesa. Después de las fotos volvimos a la gran plaza a ver los penaltis entre Inglaterra y Colombia. La plaza estaba oscura y como todos los establecimientos del perímetro habían puesto grandes pantallas televisivas en sus terrazas para que los turistas vieran los penaltis mientras tomaban una cerveza, el espectáculo tenía algo de majestuoso. Había cientos de personas sentadas en las terrazas y hasta en el suelo pendiente de dichas pantallas. Nosotros hicimos lo propio. Luego recorrimos el camino de vuelta al hotel y nos fuimos directamente a la cama.


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Puente de Carlos Teodoro
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