de Coblenza
a Bonn

paisaje Rhin

El restaurante del Hotel Brenner ofrece mesas en un jardín muy agradable que tiene en la parte trasera. Fue el agradable colofón a una estancia perfecta.
Luego, para salir de Coblenza retrocedimos sobre nuestros pasos hasta encontrar el río. En lugar de seguir la ruta planeada decidimos regresar a la ribera e ir a visitar la Deutsches Eck, una gran plaza que han dispuesto en el punto en el que confluyen el Rhin y el Mosela. Una vez más un alemán nos llamó la atención por ir subidos a nuestras bicis, pese a que no habíamos visto ningún cartel que lo prohibiera. Dejamos pues nuestras monturas aparcadas en un extremo y recorrimos la plaza. Tiene forma triangular y cada uno de los catetos da a un río. En el lugar que ocupa la hipotenusa han construido una espectacular estatua ecuestre del Gran Emperador Guillermo I junto a una mujer que al parecer simboliza la unidad de Alemania. La plaza es más simbólica que bonita, y aunque sea solo por su localización, bien merece la parada.

Deutsches Eck

Luego de las preceptivas fotos, cruzamos el Mosela para seguir nuestro camino. A todo lo largo de la ruta de hoy, como ayer, tal vez por ser domingo, encontramos cientos de ciclistas de todas las edades, y peatones, circulando de un lado a otro. Terracitas y las llamadas Biergarten repletas de gente disfrutando de sus cervezas y de un agradable día de sol en el fin de semana. A veces, semejante aglomeración de personas nos dificultaba el paso, y no faltó quien nos dirigiera alguna reprimenda por algún pecado que inconscientemente debíamos haber cometido. Esta ha sido una de las características que más nos ha llamado la atención del modo de ser alemán. Es imposible hacer algo que ellos consideran incívico… llámalo como quieras… y que nadie te llame la atención. No tienen ninguna dificultad para dirigirte dos o tres palabras que nos parecían duras, y que tristemente no entendíamos. En España, es bien diferente. Te metes con tu bici por un sitio prohibido, o circulas por el centro del carril bici interrumpiendo el paso, y a la gente le molestará o no, pero nadie te dirá nada.

Andernach

Hicimos una parada en un Biergarten a eso de las 13:30 para tomar unas salchichas los niños y unas ensaladas (de salchicha) los más viejos. Tuvimos que resecar sillas y mesas a todo lo largo de la terraza para poder sentarnos pues, como ya hemos dicho, todo estaba de bote en bote. Luego reanudamos la marcha y, quince quilómetros más adelante, nos detuvimos de nuevo a tomar un helado. La etapa no era especialmente larga pero parecía que, a medida que nos acercábamos a Bonn (y a Colonia) que los kilómetros se hacían mas largos. Se trataba de un chiringuito con un jardín junto al río. Fuimos recogiendo los helados para llevarlos a la mesa y, cuando nos fueron a cobrar, el camarero se enfadó porque no había contado lo que nos había ido dando. Nos resultaba un poco surrealista pues ese era su trabajo y, pese a que le enumeramos una y otra vez lo que nos había dado, nos costó un buen rato tranquilizarlo. Todo esto en un desesperante aleminglés (tanto por su parte como por la nuestra). Al final llegamos a un acuerdo satisfactorio y pudimos relajarnos viendo como el río, y las personas que paseaban por la ribera, avanzaban lenta y sigilosamente hacia alguna parte.

hacia Bonn

Entre una cosa y otra llegamos a Bonn. La entrada a la ciudad por el río es una sucesión de magníficos parques, ya digo, atestados de gente. Encontramos el Hotel Garni Deutsches Haus sin problemas pues, como con todos los anteriores, habíamos tenido la precaución de que estuviera en el centro y en las proximidades del río (ver nuestra valoración del hotel). Nos duchamos y salimos a visitar el barrio viejo. Hoy ya no teníamos que lavar la ropa pues mañana sería el últimos días de bici.

Bonn

El paseo por la ciudad fue breve pues estábamos bastante cansados. Nos encantó la calle Sternstrasse, con la sucesión de pequeñas casas blancas todas con su estilo y sus diferentes cornisas, y por supuesto la catedral. Siguiendo las indicaciones que hay en las calles llegamos caminando hasta la casa en que nació Beethoven, solo para ver la fachada, pues era tarde y ya era imposible la visita.

Catedral de Bonn

Los niños ya estaban hartos de la comida alemana y nos habían pedido ir a cenar a un italiano y, la verdad, a nosotros también empezaba a pasarnos lo mismo. Fuimos al Tuscolo Munsterblick, en pleno centro de la ciudad. Era el italiano mejor valorado en Tripadvisor. Como siempre no había sitio en la terraza pero si en las primeras meses junto a los ventanales que estaban abiertos. Nos sirvieron unos platos de pasta muy generosos y unas pizzas enormes, todo ello marinado con refrescos y un vino savignon blanc italiano por 165 euros para 6 personas. Luego de vuelta al hotel y a la cama. Eran las 23:00 horas.


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Bonn Markt
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