de
Pondycherry

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a
Chindambaram


CUDALORE:


Cuando pensábamos que no había esperanza en la ruta, que el viaje iba a ser un "todo lo mismo" de tráfico denso y ciudades sin alma… llegó Cudalore.
Llegó casi sin avisar, pues no lo habíamos tenido en cuenta al planificar las etapas. Ibamos a pasar por sus calles como pasa un ángel entre dos interlocutores que ya no tienen nada que decirse. Según las guías no tenía atractivo, y así resultaron nuestras primeras rodadas por sus bulliciosas calles. Más de lo mismo. Otra ciudad cuya historia se remonta a la dinastía Chola, y cuyo dato topográfico más relevante es encontrarse en una especie de delta formado por la desembocadura de dos ríos, el Pennayar al norte y el Kaveri, cuyo distributario, el Gadilam, la atraviesa.

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Fue precisamente en ese momento, cuando cruzamos el Gadilam que, después de quinientos metros, giramos a la izquierda para atravesar Old Cudalore. Ya que no íbamos a detenernos, al menos pasar por su casco antiguo. Y de repente, al hacerlo, se hizo el silencio. No era el centro histórico que esperábamos sino un remanso de tranquilidad con casitas humildes y vida pueblo, muy sosegada en sus estrechas y silenciosas calles donde, las gentes desde sus casas, muy humildes, con puertas y ventanas abiertas, hacían la vida en la calle. ¡Qué respiro para el buen visitante! para el exhausto ciclista que había perdido toda esperanza en el funesto paisaje.

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Por vez primera nos pareció que estábamos asistiendo al verdadero espectáculo de la vida. Que todo lo anterior había sido una cruel pesadilla pues, en las calles principales, todo se marchitaba. La intimidad del hogar y de la familia resultaba imposible. Eran un escenario donde se mostraba una India bulliciosa y activa, comercial, inquieta y, a los quince minutos, exasperante. Old Cudalore brotaba ante nuestros ojos como una rosa. Alguna moto pasaba… cómo no, y algún bocinazo, pero vivir allí era posible. Levantaban la cara para mirarnos, sorprendidos en la intimidad de sus casas.

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Ya no volvimos a incorporarnos a la Ruta 49, si algún temor albergábamos a las rutas secundarias, desapareció de repente. Decidimos seguir tal como lo habíamos planificado, y avanzamos ilusionados, volvimos a cruzar el río, pero incluso este puente de ahora era diferente al de antes. Había grandes barcazas de pesca, muy coloridos, atracados en ambas orillas, y encontramos a un grupo de hombres, resguardados del sol por un gran plástico azul que habían dispuesto con cuerdas a modo de toldo, reparando las grandes redes en un recodo que hacía el camino.

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Y al final la playa… Vista a lo lejos se diría que era la típica playa paradisiaca que aparece en todas las postales, llenas de cocoteros que crecen buscando el mar, la arena muy blanca. Pero cuando decidimos bañarnos, chapoteando en la orilla por miedo a las corrientes de un océano que desconocíamos, se nos mostró tal cual era, sucia y ventosa. El agua no estaba fría.

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Bajamos la guardia y nos perdimos poco antes de llegar a Chindambaram, al volver a cruzar el río. Tuvimos que salvar los últimos kilómetros preguntando a las gentes que encontrábamos en nuestro camino.


CHINDAMBARAM:


Llegamos a Chindambaram para perder toda esperanza. Bastaría decir: "una ciudad de Tamil Nadu" para que el lector entendiera el incomprensible embrollo en el que uno se mete cuando pretende desenvolverse en sus calles. Suciedad, ruido y desorden. Una ciudad caótica como tantas, sin embargo, tiene algunas características que la hacen también diferente… y hasta recomendable.


Para visitar en Chindambaram:


Chindambaram forma parte de la ruta Chola, y todo el centro de la ciudad está ocupado por un inmenso templo de planta cuadrangular dedicado a Shiva, señor de la danza cósmica: el Templo de Nataraja. El complejo del templo ocupa 16 hectáreas y, como está rodeado de grandes edificios, no es accesible a la vista cuando llegas a la ciudad. Solo sus grandes gopurams (de hasta siete niveles) se divisan majestuosos a lo lejos, sobre las casas, pero no puedes alcanzar ninguno. Una avenida bastante ancha, y muy transitada, rodea la inmensa manzana central, y en ella se encuentran los dos hoteles que tiene la urbe (ver para alojarse).
El templo de Chidambaram no es solo uno de los principales centros de peregrinación del shivaísmo, sino también uno de los templos más antiguos de la India. Tiene hasta 9 puertas, cuatro de ellas, coronadas con sus respectivos gopuram, situadas en los cuatro puntos cardinales (aunque solo a tres se puede acceder desde la calle).
Nos instalamos en el hotel y salimos a la obligada visita. Ya había oscurecido y buscamos la entrada rodeando la enorme manzana. Caminar por la acera resultaba imposible, por lo deteriorada que estaba. Nos quitamos los zapatos y accedimos al templo con ellos en la mano, por si salíamos por otra puerta. La visita nocturna nos impresionó gratamente. No solo la amplitud de sus explanadas, la temperatura mas suave y el tacto del granito en los pies, sino por la agradable penumbra y el remanso de paz que se respira en el mismo centro de la urbe. Todas estas sensaciones, y alguna más que no soy capaz de expresar con palabras, te transportan a ese clima de místico recogimiento del que todo el mundo habla cuando se refiere a la India. Nos sentamos en un murete embelesados por ese ambiente, y simplemente dejamos pasar los minutos. Luego accedimos al edificio principal donde se encuentra el Sancta Sanctorum. Tiene forma cuadrangular y está situado en el centro, ligeramente enterrado. Hay que bajar unas escaleras bastante empinadas y el descenso tiene cierto aire de irrealidad y de misterio, como quien baja a las catacumbas. Huele a incienso y la actividad es mayor. Algunos monjes, que charlan amigablemente formando un pequeño grupo, levantan la vista al verte. Los visitantes vagan de un lado a otro buscando las imágenes de sus avatares preferidos, las distintas reencarnaciones de Shiva realizando los 108 posiciones sagradas de Nataraja (de las que derivan las danzas clásicas tamiles). Dicen que el pasillo principal, que rodea todo el perímetro del Sancta Sanctorum, está coronado por mil columnas, cada una de las cuales está hecha en una sola pieza de granito finamente labrada. Tan solo ese paseo, extasiado por la belleza de dichas columnas, merece la pena. Los monjes pululan, limpiando alguna figura, colocando unas velas o algunas flores, o simplemente observando pasar el tiempo. Ningún turista además de nosotros. Nos recordaba el ambiente monacal que tan magistralmente transmitía la película El nombre de la rosa… pero sin asesino.


Para alojarse y comer en Chindambaram:


La oferta alojativa de Chindambaram es muy pobre. Solo dos hoteles que merezcan ser nombrados, ambos en la manzana central, junto al templo. Descartamos el Royal Plaza y decidimos por el hotel Akshaya. Se trata de un hotel modesto pero limpio y lo suficientemente confortable para pasar la noche. Disponen de varios tipos de habitaciones a un precio muy bajo. Las habitaciones eran muy amplias. Tiene un restaurante vegetariano en la planta baja.
Ahora, al hacer esta guía, hemos encontrado el Hotel Grand Park (thegrandpark.net) y es el que hemos puesto en el mapa, porque tiene muy buena pinta, pero lo cierto es que entonces no lo vimos ni lo conocemos.


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El gopuram es un elemento característico de la arquitectura hindú en el sur. Una torre ornamental, muy labrada, situada sobre las entradas al templo. Su figura nos recuerda a las pirámides de Tikal, en Guatemala, salvo por su menor tamaño y porque algunos pueden estar pintados con vivos colores.
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