Presentación

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Viajar a la India es una experiencia que no deja indiferente a nadie. No es extraño escuchar de quienes han ido opiniones diametralmente opuestas pero… ¿cómo es en realidad la India? ¿Ese lugar que reboza misticismo, color y alegría, que defienden algunos, o un país atestado en el que una pobreza indigna se muestra la la vista de todos y convive con un lujo desmesurado revolviendo la conciencia de la persona más fría? Esta es una pregunta que nosotros mismos nos hemos hecho antes de planear este viaje. Ya habíamos estado en el norte de la India, realizando un viaje con un paquete turístico convencional, y no habíamos conseguido resolverla. Sin embargo la India nos había parecido algo grande. Un país lleno de tradición y de historia, de grandes obras arquitectónicas, que necesariamente debía ofrecer algo más que esa imagen dicotómica y estereotipada.
La primera conclusión nos pareció clara. Si contemplas un paisaje detenidamente y no acabas de hacerte una idea de sus montañas o sus habitantes, es posible que se trate de un paisaje complejo, ciertamente, pero también es posible que la naturaleza de tus dificultades no residan únicamente en el paisaje sino en el modo en el que lo estás contemplando.
No es algo nuevo. Es posible que todos los turistas que viajan empaquetados hayan tenido ese mismo pálpito y hayan tratado de resolverlo saliéndose una tarde del grupo. Sales del hotel y te alejas solo, adentrándote en la espesura del barrio. ¿Qué encuentras? ¿Ruido? ¿Suciedad? ¿Miseria?
Nosotros mismos lo habíamos hecho y regresamos asustados de nuestra escapada, regresamos a la seguridad de nuestro acondicionado hotel, a la higiene de sus baños, al amparo del grupo. Defraudados.
Pero dicho fracaso no es un fracaso en si mismo, es solo el principio, y empieza a esbozar la verdadera naturaleza del problema al que nos enfrentamos. La explicación más plausible es que cuando uno se aleja de un sitio seguro, trata de mantener el mayor nivel de seguridad posible. No conoce el medio y trata de mantenerse seguro. Esto es: camina por una calle principal, por donde hay más gente y está mejor iluminado, por donde sabes que no has de perderte o te resultaría fácil coger un taxi o pedir ayuda. Evitas tener un encuentro inesperado… y ahí radica el problema. Este viaje que te proponemos demostrará que es verdad que existen dos Indias diametralmente opuestas, pero no son las dos que pensamos, la India mística y colorida y la India mísera y sucia. Son la India de la calle principal, atestada, ruidosa y sucia y la India del callejón que serpentea, silenciosa, pausada e íntima.
Si tu también quieres conocerla adéntrate con nosotros. Aventúrate a explorar tus propios límites más allá de un viaje organizado y descubre lo que hay más allá, siente, palpita.


EL NORTE


Maravillosos templos en ciudades fantasma, ritos incomprensibles, calles con una actividad extraordinaria, llenas de gente (El Taj Mahal, Nueva Dehli… Benarés) en un extraño juego de luz y sombras, de horror y misterio, que le da una vuelta a tu vida como si fuera un calcetín usado. Nos pareció interesante pero nos desagradó la experiencia del grupo y el mercantilismo en torno al turista. Esa persecución a la que es sometido el que lleva una cámara en mano y que te empuja todavía más hacia el grupo, a refugiarte en el autobús, pasar la tarde en el hotel. Solo el pueblo de Orcha, con sus pequeñas calles llenas de paz y su vida de espaldas al turista, nos había agradado. Pasear sin ser visto y contemplar el modo en que transcurría la vida.


EL SUR


Habíamos tonteado con la idea de ir a Sri Lanka. Un enclave reducido, una isla, abarcable en la bicicleta, aparentemente segura y tranquila, con buenos hoteles, y que satisfacía nuestra necesidad de cambio de cultura. Sin embargo, las grandes montañas daban poco margen de maniobra a la hora de diseñar un viaje en el que llevas alforjas y no eres ningún portento físico. Recorres la costa a favor o en contra de las agujas del reloj… eso es todo.
Por eso saltamos al otro lado. El sur de la India nos ofrecía lo mismo pero con muchas más posibilidades. Infinitas rutas. También montañas… por supuesto, pero podíamos afrontarlas o no. Empezamos a buscar bibliografía y aunque había varios post en internet, el que más influyó sobre nosotros fue Mr. Pumpy. Su modo de permanecer en el anonimato indicaba un tipo de personalidad que nos agradaba, que no buscaba relevancia, sino la sola satisfacción del viaje y transmisión del conocimiento. Y el modo en que realizaba el viaje solo, sin considerarse una persona especialmente preparada para viajar en bici, y sus comentarios cabales, fueron el espolón que faltaba. Luego, animados por sus comentarios, nos decidimos a escribirle para resolver algunas dudas, y nos respondió muy amablemente. El viaje estaba decidido.
Al principio pensamos en rodear el triángulo meridional de la India por la costa desde Chennai a Mumbai… sin embargo poco a poco entendimos que ese recorrido no era posible.
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