de
Moung Ruessei
a Battambang

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El Kheang Oudom Hotel de Moung Ruessei nos ha sorprendido por su calidad, sin embargo, no dispone de desayuno. No importa. Como la etapa de hoy es corta, nos levantamos un poco mas tarde y desayunamos en el café (estilo Starbucks) que hay a la entrada de la parcela del hotel. Compramos unas galletas y tomamos un capuchino que está delicioso. Luego emprendemos la marcha.
Antes de salir la primera discusión del viaje. Tenemos diferentes opiniones sobre cómo abordar la cuestión de la rueda rota (radio roto). Una parte del equipo opina que da igual, que solo quedan dos etapas de bici y la rueda aguanta, que sigamos nuestro camino por carreteras secundarias y, si llega a romperse del todo ya buscaremos el modo de salir adelante (teniendo en cuenta que las bicicletas no van a volver con nosotros a España). Otros piensan que hay que evitar las carreteras secundarias, llenas de baches, y buscar cuanto antes alguien que arregle la rueda. Al final optamos por la opción más prudente. Repartimos el peso para aligerar dicha rueda, y evitamos las carreteras secundarias. Sobra decir que en un país como éste, con tantas carreteras de tierra, abundan los talleres de motos y bicis.
Avanzamos despacio porque, aunque vamos por la carretera principal, paramos en todos los talleres que encontramos a lo largo del recorrido, pero son talleres humildes, con escasos recursos y no consiguen resolver el problema (ni siquiera lo intentan). El principal escollo es el tamaño de las ruedas, demasiado grandes para lo que ellos usan, y no tienen radios de ese tamaño. Finalmente, entrando en Battambang, encontramos una gran nave de venta y reparación de bicicletas.


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Resulta estar regentada por una familia muy simpática. El padre de familia es un mecánico muy profesional y eficiente. Nada más ver el problema es consciente de que puede arreglarlo, y se pone a ello. Busca entre las cientos de bicicletas que tiene allí amontonadas. Encuentra una, le quita el radio, lo prueba en nuestras bicis, lo descarta, y vuelve a buscar una bici en la enorme montaña de bicis muertas que tiene.


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Finalmente lo encuentra, lo sustituye y ajusta el alineamiento de la llanta.


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Dada las dificultades que hemos tenido para encontrar un buen taller, le pedimos que revise todas las bicis… y lo hace. Revisa, una por una, los radios de todas las ruedas, mientras su familia y sus empleados almuerzan. En ese tiempo nos invitan a tomar agua y asistimos a la llegada de sus hijos del colegio. Les hacen saludarnos con respeto uno por uno. Como en tantas otras ocasiones en las que, por necesidad o por placer, hemos tenido la oportunidad de relacionarnos con las gentes de esta tierra, todo lo que hemos encontrado es amabilidad y cariño. Así que este rato esperando a que nos arreglen y revisen las bicis, no es un tiempo perdido, sino una experiencia entrañable.


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Pagamos un total de 5 dólares por todo el trabajo (revisar y alinear 12 llantas), y nos despedimos con pena. Sentimos que les debemos algo más que 5 dólares a esta agradable familia. Pedaleamos el corto camino hasta nuestro hotel. El Hotel Maison Wat está situado en un barrio apartado del centro y resulta ser un oasis en medio del caos urbano. El mismo hotel que eligió Angelina Jolie cuando visitó en esta ciudad, probablemente para rodar Tomb Raider (tienen una foto de ella con el personal en la entrada).
Arreglamos en recepción los detalles de nuestra visita al circo de la ciudad y del barco que nos llevará hasta Siem Reap con nuestras bicis (pasado mañana). Nos instalamos en nuestras agradables habitaciones, que están construidas al estilo de las tradicionales casa Jemeres, con un estilo rústico muy auténtico y todas las comodidades, y dispuestas en medio de un frondoso jardín. Almorzamos en la piscina y, después del descanso, llevamos a una lavandería cercana nuestra ropa sucia (medio dólar por 5 kgr de ropa cuando en el hotel por una pieza de ropa interior nos cobran 0,75 dólares), y tomamos un tuk tuk para ir al circo.


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Se trata de una de las atracciones recomendadas en la ciudad y no queremos perdérnosla. No es un circo convencional, forma parte de una obra social que no entendemos completamente cómo funciona. En cualquier caso, ofrece a los jóvenes un modo de ganarse la vida, y eso nos basta. El espectáculo es acrobático con gags cómicos entre una acrobacia y otra que, al estar interpretados en Jemer, no siempre son comprensibles, por lo que, el flujo de la historia, no es muy dinámico. En cualquier caso hay actuaciones notables y quedamos satisfechos con la experiencia. Volvemos al hotel en tuk tuk, pues es tarde y en la ciudad casi todo está cerrado (a las 20:30 horas).


DIA EN BATTAMBANG


Después del desayuno reparamos el segundo pinchazo del viaje, y aunque gozamos de cierta expectación por parte de los empleados del hotel, nada tiene que ver con la escena vivida en el camino a Moung Ruessei. Luego salimos a pedalear por el centro. Hacemos un recorrido arquitectónico buscando las fachadas de los edificios coloniales más prominentes. Alguno es muy bonito y, en su conjunto, el centro de Battambang tiene algo de pintoresco. Sobra decir que, después de Phnom Penh, es la ciudad más turística que hemos visto hasta la fecha en Camboya (suponemos que Sien Reap lo será más). Tiene especial relevancia el edificio del mercado (de extraño diseño) aunque está algo deteriorado. Aparcamos las bicicletas en el exterior y le damos a un joven un estipendio por vigilarlas. Entramos a echar un vistazo perdiéndonos por sus pasadizos.
Luego paseamos a pie por la ribera. Hay una arboleda paralela al río pero hace tanto calor que tienes que ir buscando la sombra. Al otro lado de la calle la sucesión de casitas de dos pisos con sus coquetos tejados nos sugiere unos tiempos de bonanza colonial y, como no hay forma de huir de tanto calor, nos metemos en una cafetería tipo Starbucks que hay en una esquina de esa misma calle. La Gloria Jeans Cofee es la única de la zona que dispone de aire acondicionado pero lo pagas. Tomamos 6 cafés por el disparatado precio de 20 dólares (ten en cuenta que hemos llegado a comer los 6 por 10 dólares).
De vuelta a nuestras bicicletas callejeamos hasta la la pequeña estación de ferrocarriles, en la actualidad en desuso, y nos acercamos a la lavandería en la que ayer dejamos nuestra ropa sucia por si ya estuviera limpia y… hay suerte. Por solo dos dólares recogemos nuestra colada limpia y empaquetada.
Regresamos al hotel y las horas fuertes del sol las pasamos en la piscina. Por la tarde vamos de excursión a la cueva de los murciélagos de la que, estos animalillos empiezan a salir con la puesta de sol. Mientras… los turistas se van acumulando alrededor de la entrada. Hay pequeños puestos de comida y tiendas de souvenirs para abrir el apetito. Tomamos unos caracoles picantitos, que tienen un caparazón muy diferente a los nuestros pero están muy buenos y, por supuesto, unas cervezas.


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Los murciélagos resultaron ser más puntuales que ningún otro negocio en Camboya. Salen en silencio, sin hacer mucha bulla, pero hay miles… yo diría que millones. Salen en desbandada formando una sinuosa línea en el cielo y se pierden más allá del horizonte. Se queda uno como embobado mirándolos salir hasta que te duele el cuello. Decenas de turistas haciendo lo mismo. Pasa más de media hora y decidimos irnos, los murciélagos siguen saliendo pero ya nos parece más de lo mismo.



Volvemos a nuestro tuk tuk, que nos está esperando, y nos lleva al restaurante Jaan Bai en el centro de la ciudad, justo frente al mercado. Está muy bien valorado en Tripadvisor y, como no podía ser de otro modo, repleto de turistas. La cena no es barata (120 dólares 6 personas) para los estándares de la zona, pero está muy rica. Después de la cena regresamos al hotel y nos vamos a la cama.



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