de Long Xuyen
a Chau Doc

Foto

¿Quién sabe lo que va a encontrar cada día sobre la bicicleta? A medida que te adentras en un país las experiencias y los paisajes se homogeneizan, los días transcurren en una rutina y disminuye lo sorprendente, hasta que… de pronto, ocurre algo maravilloso: giras en una esquina y encuentras un lugar que rompe esa monotonía y se muestra ante ti como un diamante en bruto. Solo hay que saber verlo. Ese momento ha llegado el 5º día de bicicleta, en algún lugar entre Long Xuyen y Chau Doc.
Para salvar esta corta etapa evitamos la carretera principal, paralela al Mekong, cruzando a la orilla contraria. Tomamos un transbordador que cruza la ancha manga de agua 20 kilómetros al norte de Long Xuyen.

Foto

Es un transbordador bastante grande donde hay toda una fauna de pasajeros y vendedores que pululan en torno a ellos ofreciendo distintos productos. Nosotros también formamos hoy parte de esa extraña fauna. Unas señoras con sus sombreros cónicos de paja intentan vendernos un enorme queso.
– Pero señora – con una sonrisa y consciente de que no entiende nada – ¿a dónde íbamos a ir nosotros con semejante queso?

Foto

Ha sido una buena idea pues, si bien, al otro lado las carreteras son en ocasiones de tierra, asistimos a algunas de las escenas más intimas y autenticas que hemos visto hasta ahora.


Los peores tramos son los primeros. Anoche debió llover con fuerza y, la carretera es de tierra, con lo que hay charcos y bastantes baches. A estas alturas del viaje ya tenemos el culo molido y cada piedra, por pequeña que sea, te deja una marca. Mis glúteos se quejan y tengo que darles un respiro. Cada tanto me levanto del sillín durante unos segundos.

Foto

Muchas empresas a ambos lados de la carretera en esta especie de zona industrial, aunque el adjetivo no sea del todo adecuado pues la producción, siendo al por mayor, parece bastante artesanal.
Infinidad de fábricas de ladrillo que utilizan el barro rojo típico de la zona. No son el tipo de fábrica que uno pueda imaginarse, llenas de chimeneas y máquinas. Ni mucho menos. Mezclan la arcilla, y utilizan un molde para dar forma a los miles de ladrillos que colocan luego en largas hileras a ambos lados de la carretera.

Foto

Más tarde los cuecen, ya sea en grandes hornos de leña o dónde mismo los tienen amontonados (cubriéndolos previamente). La mayor parte de estas empresas tienen una parte trasera que da directamente hacia el río, para descargar los ladrillos en las enormes barcazas que atracan allí a tal efecto.

Foto

Siguiendo con nuestras ruta, hacia el norte, el paisaje se hace más colorido. Los ladrillos amontonados desaparecen y son sustituidos por ramilletes de palitos de incienso o de sándalo. Llama mucho la atención porque para secarlos los colocan en largas hileras, muy coloridas (amarillo o rojo por lo general), a ambos lados de la carretera, como grandes alfombras a nuestro paso. Otras veces forman con ellos una especie de ramillete o plumero, y también los ponen ahí, embelleciendo la ruta.

Foto

Tenemos que subir a un nuevo transbordador para salvar uno de los pequeños afluentes que se desprende de la manga principal del Mekong para cortarnos el paso. Como en tantas otras ocasiones no lo encontramos a la primera y tenemos que dar un rodeo sin transcendencia en el que, a pesar de ir por una carretera tan secundaria, sufrimos un pequeño atasco. Al igual que en cualquier otro lugar del mundo, hay gente que, bajo el insufrible sol, se desespera y toca el claxon.

Foto

Ya, en la otra orilla, el paisaje cambia de nuevo. Diminutos pueblos que salpican el paisaje, siempre surcados por pequeños afluentes que nos cortan el camino y que salvamos gracias a los puentes que hay dispuestos a tal efecto.

Foto

También grandes zonas de cultivo.

Foto

Mas allá, al acercarnos a Chau Doc y a la zona Tham (grupo musulmán vietnamita), optamos por tomar uno de los pequeños caminos paralelos a la costa para evitar la carretera principal (que es en realidad un camino). La ruta aparece en el mapa pero se trata en realidad de una vereda tan pequeña que, cuando llegas a la intersección, te pasa desapercibida. Parece más bien el sinuoso acceso a una casa. Una estrecha lengua de tierra entre jardines que no se dirige a ningún lado. Y no piensen en esos "jardines" en el sentido estricto de la palabra, con flores y césped, sino en parcelas de tierra donde se cultiva o almacenan enseres o incluso, a veces, se ha acotado el terreno e inundado con agua para cultivar peces. Se ven las redes sobresalir del agua y, si uno se fija en la superficie, ve el brillo de los cientos de peces que, hacinados, engordan en las profundidades.


Con las primeras pedaladas ya te das cuenta de que se trata de un lugar único, un lugar del que no sabes si podrás encontrar salida, o si tendrás que detenerte para dejar pasar a un peatón u otro ciclista que venga en sentido contrario. Entras con precaución y con dudas. De pronto la vegetación se cierra sobre tu cabeza y las casas están tan pegadas que tienes que ir despacito para evitar salirte o perder el equilibro.

Foto

Resulta agradable, un lugar íntimo, casi sagrado, lleno de sencillez y de paz, impregnado en dulce armonía… y nuestro paso no hace sino mancillarlo, pero es tan veloz, que apenas hay tiempo de molestar. Pasas tan cerca que, cuando levantan la cabeza, ya te has ido. Basta un solo parpadeo para ver la escena pues, si te detuvieras a contemplarla con mayor detenimiento, la escena cambiaría definitivamente. La gente desatendería sus quehaceres para prestar atención al intruso, y ese lugar precioso se convertiría en una cosa distinta… igual que una piedra al caer en un estanque. Tienes solo un segundo hasta que toca la superficie cambiándolo todo. Esa piedra somos nosotros.


Quisieras agarrarte a ese instante, hacer una foto o detener tu bicicleta y unirte a ellos. Participar de esa vida. Es lo que todos los cicloturistas deseamos pero… es imposible.
No somos de ahí ni lo seremos nunca. Somos algo ajeno, sustancialmente diferente, extraño. Pero aprovechamos cada uno de los segundos que dura ese corto trayecto. Dado que la mayor parte de las casas tienen una zona cubierta en la entrada a modo de porche o terraza donde se desarrolla la vida, y dado que el camino es estrecho, transcurrimos ante sus puertas como podríamos estar pasando por el interior de sus casas.
Luego, apenas has empezado, descubres que ya te has ido. El minúsculo pelotón avanza en silencio, como si saliera de un templo. Solo perdura la sensación de frescor de aquella zona umbría, el olor de la ropa tendida, los ruidos de las conversaciones y de los juegos, la visión de las familiares escenas.
Llegamos a la zona musulmana (Tham) y aunque la fisionomía de los habitantes no cambia demasiado, y en realidad todo parece más de lo mismo, vemos algunas mujeres con su característico hiyab y alguna mezquita.
Buscamos de nuevo un transbordador que cruce la ancha manga de agua del río Mekong en esta zona. No resulta difícil. La ciudad de Chau Doc crece a ambos lados del río y, como no hay puentes, el flujo de transbordadores es alto.

Foto

Chau Doc es un pueblo fronterizo bastante extraño, pues el río marca la frontera y la forma de pasar a Camboya es por el agua. Un cruce de caminos donde se mezclan los comerciantes en su camino hacia el país vecino con las hordas de turistas.
Llegamos a la otra orilla y, a apenas quinientos metros del embarcadero, encontramos el Hotel Victoria. Un edificio grande, de aspecto colonial, bastante bien conservado, y restaurado, donde podemos relajarnos en la piscina, mirando cómo transcurre la vida en el río cuando el sol se pone y la gente se recoge. Luego una deliciosa cena en el espacioso y concurrido restaurante del hotel y directamente a la cama.
Mañana cruzaremos la frontera hacia Camboya, y como vamos en bicicleta, no lo haremos por donde la mayor parte de los turistas, a través del río, sino por el puesto fronterizo de Thien Vien/Phnom Den, a 25 kilómetros de Chau Doc. Por eso, y porque no sabemos si habrá una larga fila de camiones esperando, queremos salir temprano.


>>PASA A LA PÁGINA SIGUIENTE>>

Foto
Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 España