de
Chindambaram

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a
Kumbakonam

Veppathur


Apenas nos alejamos unos pocos kilómetros de Chindambaram, siguiendo la ruta 32, cuando nos desviamos a la derecha para seguir una pequeña carretera paralela al cauce del Gadilam (defluente del Kaveri que a veces es llamado Kallidam). Podría parecer que no merece la pena, que la sucesión de meandros alargan en exceso la etapa, y es cierto, pero también evitamos el tráfico denso y nos adentramos en una India más rural e inesperada. Por otro lado, el cauce de un río que hace meandros es siempre garantía de escasa pendiente.

Foto

La orilla del Gadilam ofrece dos rutas que avanzan en paralelo. Una de ellas ha sido construida sobre el promontorio de tierra que hace las veces de dique para evitar las crecidas. Es frecuente que circulen por ella camiones y tractores que entorpecen la marcha, pues es muy estrecha y te obliga a apartarte para cederles el paso. La otra transcurre inmediatamente por fuera y por debajo, el dique te impide contemplar el río pero apenas nadie transita por ella y bordea los extensos arrozales además de atravesar, de cuando en cuando, los pequeños pueblos de la rivera. Resulta recomendable.

Foto de campos de arroz

En algún punto del recorrido pasamos junto a un colegio. Era muy humilde, apenas una choza, y los niños, estaban sentados en el suelo, en la entrada del mismo, el profesor de pie frente a ellos daba la clase. El camino pasaba justo frente al grupo y al vernos la clase se deshizo, todos se levantaron con un griterío ensordecedor y nos rodearon. Fue un momento entrañable. Al pco nos fuimos porque notamos que el profesor estaba molesto por el modo en que, sin querer, habíamos roto la paz de su clase.

Foto del momento

La víspera habíamos decidido modificar nuestra ruta. Descartar Kumbakonam para alojarnos en Veppathur, un diminuto pueblo a siete kilómetros de Kumbakonam. Esto significaba que no íbamos a tener la oportunidad de visitar su templo (también de la época chola), pero nos apetecía algo de paz y descanso a estas alturas del viaje. Abandonamos el camino del río cuando alcanzamos la ruta 36. Resulta fácil adivinar el momento pues, aunque no está señalado, era el segundo puente que cruzaba el río aquel día. Como la nueva ruta no estaba prevista en nuestro mapa, tuvimos que preguntar varias veces.
Los últimos quinientos metros transcurrieron por una carretera de tierra entre los árboles de un bosquecillo. Un alejarse de toda civilización que le dio más valor a la entrada.


Para alojarse en Kumbakonam:


El Hotel Mantra Veppathur fue una de las sensaciones del viaje. Se trata de un extenso complejo ecológico de bungalows, antigua plantación de coco, que data de la época colonial perfectamente conservado. Las habitaciones era muy amplias y estaban limpias, perfectamente decoradas al estilo de la época, y con todas las comodidades. Los jardines exuberantes y la hermosa piscina, algo apartada, le dan al conjunto ese aire de retiro que tanto anhelábamos. La comida vegetariana. Sin embargo, como ya se ha dicho, se encuentra alejado de la ciudad, por lo que hay que pensárselo bien para quedarse más de una noche.


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