de
Pallayoor


A la entrada a Madurai por Melur Main Road hay una tienda de Decathlon. Si ha habido alguna avería a lo largo del viaje, o se tiene la necesidad de comprar algún complemento, puede ser el lugar adecuado

a
Madurai


Aunque se trata de una de las etapas más largas, la mayor parte del trayecto transcurre por carreteras de tres cifras, por lo que se cubre a buena velocidad. Así que no te asustes por el número de kilómetros, se hace mucho más rápido que la anterior.
Pasada la mitad del recorrido, para atravesar Melur puede optarse por la circunvalación o atravesar el centro. Nosotros nos decidimos por esta última opción aunque la ciudad no ofrece ningún atractivo digno de ser mencionado. Desde ahí hasta Madurai existen también dos opciones, la Ruta 38 Naranja, que es casi como una autopista que avanza hacia Madurai en linea recta, y la Ruta 893, menos transitada y haciendo un pequeño rodeo a través de Thiruvathavur. También en este caso nos decidimos por la segunda opción.

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MADURAI:


Es una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo (documentada desde el siglo 3 a. C.), y ocupa un lugar estratégico en el triángulo meridional de la india, en un cruce de caminos entre el este y el oeste. La ciudad Santa de Madurai es la tercera ciudad de Tamil Nadu por número de habitantes y, si de algún modo esta ruta de cicloturismo recorre los vestigios de la dinastía Chola, Madurai es su máximo exponente pues posee uno de los templos mas impresionantes del recorrido y es además considerada una de las cunas de la lengua Tamil.


Para visitar en Madurai:


No se puede hablar de Madurai y no hacer referencia al Meenakshi Amman Temple. Este extraordinario templo, dedicado a la diosa Parvati (consorte de Shiva) es uno de los más visitados del recorrido (60 millones de visitantes al año). Cuenta la leyenda que la bella Menaakshi (un avatar de Parvati) nació con tres pechos y que el sobrante desaparecería cuando encontrara marido. Entonces encontró a Shiva y se desposaron. El templo se encuentra en el mismo centro de la ciudad, rodeado por una serie de calles peatonales que ocupan el lugar del antiguo foso del fuerte, que fue derribado por la Compañía Británica de las Indias Orientales. En ella hay cientos de tiendas que están abiertas hasta entrada la noche y vendedores ambulantes que asaltan a los turistas para venderles postales, telas o pequeñas baratijas.
Hay que dejar los zapatos y las cámaras fotográficas en la consigna que hay fuera, antes de pasar el control policial donde mujeres y hombres entran por filas distintas. Aunque el acceso es gratuito se puede comprar un ticket que te permite hacer fotos.
Si bien la estructura actual data de mediados del siglo XVII, se dice que fue originariamente construido en el siglo VI a. C. Tiene hasta 14 gopurams, el mayor de los cuales, en la puerta sur, alcanza los 52 metros de altura.
Se accede por la puerta este y, una vez pasado bajo el enorme gopuram de la entrada, hay un largo pasillo flanqueado de pequeñas tiendas con motivos religiosos. Este largo corredor da directamente al Sancta Sanctorum donde la gente hace cola para ver a la diosa en un lugar no accesible para los no Hindúes.
Al sur del Sancta Sanctorum está el estanque sagrado con unas gradas o Ghats donde los peregrinos se sientan a descansar.
En este caso hicimos una visita diurna y quedamos un tanto decepcionados, pues la aglomeración de gente le resta misticismo a la escena.
El Palacio Tirumalai Nayak combina diferentes estilos: el drávida, tan habitual en el sur de la India, con el estilo rashput, propio del Rajastán. Básicamente el palacio, en el que vivían los reyes de la dinastía Nayak, está formado por una enorme estancia cuadrangular, perimetrada por grandes columnas estucadas, muy cerca unas de otras, rodeando un patio igualmente cuadrangular en su centro. La grandiosidad del conjunto desmerece al palacio original, que era mas grande, y está coronado en uno de sus lados por una enorme cúpula, donde uno imagina que debería estar situado el trono. Esta magnificencia contrasta con el estado de conservación del conjunto. Hay firmas y mensajes de amor escritos a mano en la base de sus columnas. Por una pequeña puerta que hay en uno de los laterales se accede a una gran estancia vacía y por otra puerta igualmente pequeña se sale a una exposición de esculturas en piedra que ha sido dispuesta en un largo pasillo al aire libre. Todo ello aderezado por este ambiente decadente y desolado. La visita dura apenas una hora.

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Para alojarse y comer en Madurai:


El Hotel Heritage Madurai está formado por un hermoso complejo de bungalows de la época colonial, muy bien conservados, en la salida oeste de la ciudad. Aunque está un poco apartado la calidad y tranquilidad que ofrece hacen que la estancia merezca la pena. La piscina que hay junto a la entrada recuerda a los estanques sagrados que hay en los templos. Dispone de un buen restaurante a precio elevado. Muchos mosquitos.
El MMR Gardens es un hotel urbano, en forma de estrecha torre situado en la entrada oeste de la ciudad. Sus precios son contenidos y su clientela suele ser india o malaya. El Restaurante Anjappar, situado en el edificio adyacente, ofrece especialidades de la cocina chettinad. Y el restaurante de la primera planta, un desayuno vegetariano tradicional servido sobre una hoja por las mañanas.
El Hotel Supreme en W Velli Street, tiene un sencillo restaurante en la azotea el Surya restaurant con una espléndida vista del Menaakshi Temple. Mientras almuerzas o cenas puedes contemplar sus imponentes gopurams emergiendo sobre los tejados de la urbe. Las mesas y las sillas son muy básicas, pero la extraña combinación de turistas y familias indias, resulta curioso y muy agradable.
Tomar un vaso de Jigarthanda, una bebida típica hecha a base de leche, jarabe de zarzaparrilla, azúcar y goma de almendra, es una visita obligada. Tiene un sabor dulce muy agradable. Hay un pequeño local muy popular, de apenas 5 metros cuadrados, con un mostrador orientado a la calle llamado Famous Jigarthanda en el número 94 de la East Maret Street, que merece la pena visitar. Se reconoce por su toldo y por la gente que se apelotona en la acera, para degustar el Jigarthanda en forma de bebida o helado.


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