de Las Palmas a Lisboa

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Tuvimos mala suerte en nuestra salida de Las Palmas porque el vuelo de la TAP salió con un poco de retraso. 2 horas ni más ni menos. Esto aumentó nuestra ansiedad así que… cuando llegamos al aeropuerto de Lisboa… nos lanzamos a abrir las cajas de las bicicletas cual niños el día de Reyes, que parecía que no teníamos tiempo para ver todos los regalos.
Buscamos un rincón apartado en el aeropuerto… una zona dedicada a cabinas telefónicas, ahora en desuso, y allí nos pusimos manos a la obra.

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En una horita ya teníamos las bicis montadas, pero el retraso del avión hizo que ya fuera tarde para ir al espectáculo de cena con Fados que habíamos reservado en Alfama, así que usamos una de aquellas cabinas para llamar y cambiar la reserva para otro día. Fue toda una aventura dar con el modo de usar una cabina, quién iba a decirlo hace unos años… pero lo conseguimos.

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Se nos hacía de noche y tuvimos que dar un par de vueltas para entender la salida del aeropuerto. La rotonda de entrada estaba totalmente colapsada y nos movíamos como pececillos entre los coches parados. Por fin salimos y encontramos el carril bici. He de decir que los carriles bici de Lisboa, al menos en esta zona, están en muy buen estado.
Llegamos al hotel sin problemas pero nos sorprendió un montón de gente guapa en el vestíbulo del hotel. ¿Una boda?. Pues si lo era iba a ser de postín porque la gente era guapa guapa. Al final nos enteramos al hacer el check in que se trataba de un pase de modelos que se celebraba en el hotel a aquellas horas. Imagínense el panorama. Aquellas mujeres espectaculares, altas, delgadas y vestidas con aquellos trajes que quitan el hipo y, entre ellas, los mataos de turno, vestidos de ciclistas, bajando las bicicletas por la escalera imperial cual bufones de la corte.

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Luego de tomar posesión de nuestros dominios nos fuimos a cenar a un pequeño restaurante cercano, que para ser domingo estaba muy lleno, y tenía un aspecto auténtico que agradaba mucho a la vista.
En el Restaurante O CACHO DOURADO nos sirvieron un Bacalao a la Brasa que no era el plato estrella del lugar, pero es que no nos atrevimos a pedir la Cabeza de Garoupa a la Brasa, la verdadera especialidad de la casa.

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Los dos días siguientes los dedicamos a pasear por Lisboa. Una experiencia que nos sirvió para descubrir qué abandonado tenemos el arte de caminar… tanto que 19 kilómetros al día desencadenaron agujetas en nuestras piernas… que se suponían estaban bien entrenadas. Pero se ve que caminar y pedalear no es la misma cosa.

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Tan cansados estábamos que hasta nos subimos en el tranvía que hace el recorrido Gloria - Restauradores cuando bajamos desde el Mirador de Sao Pedro de Alcantara. Un trayecto de unos 200 metros por el que pagamos la nada desdeñable cantidad de 2,8 euros por persona. Por los metros que hicimos… más caro que un viaje en Concorde. Pero qué le vamos a hacer. Va implícito a la profesión de turista.

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Visitamos varios de los Miradores de la ciudad, lo cual significa un subir y bajar a los distintos barrios: da Senhora do Monte, Graça, das portas do Sol y Sao Pedro de Alcantara.

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Pero también el Panteón, la Avenida Libertade, las plazas de don Pedro IV, da Figueira y del Comercio; la Catedral, el Monumento a los Exploradores…

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…y, por supuesto, la Torre de Belem, el Arco de la Rua Augusta y el Elevador de Santa Justa. Tres imprescindibles de la ciudad. Vamos, que caminamos un montón y disfrutamos otro tanto, porque Lisboa es una ciudad que merece la pena.


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