Probablemente los 37 km de esta etapa la conviertan en una de las más cortas del viaje pero adecuadamente aderezada con viento y lluvia… la cosa cambia.
Salimos temprano de Sines, cuando vimos que escampaba y, la verdad, es que tuvimos bastante suerte durante muchos kilómetros. Hasta Porto Covo el camino es una carretera secundaria sin arcén pero con poco tráfico. Las vistas de la costa son impresionantes.
Porto Covo es, como muchas otras poblaciones que nos encontramos por el camino, un núcleo turístico, tranquilo y agradable. Con sus casitas blancas y sus calles adoquinadas.
Paramos a reponer las botellas con algo de agua y nos pusimos de nuevo en marcha. La salida es algo compleja porque hay que atravesar la desembocadura de un pequeño arrollo y subir una rampa bastante pronunciada de tierra.
A partir de este momento la carretera es un camino de arena que serpentea por la costa. Como la arena está mojada por la lluvia resulta algo más fácil avanzar pero de cuanto en cuanto se te entierra la rueda en la arena y eso dificulta el avance. Además es cuando estamos en esta zona cuando se pone a llover por lo que tuvimos que guardar el mapa para que no se mojara y decidir qué camino tomar en los cruces era complicado pues, aunque se trata de una ruta Eurovelo no tiene ninguna indicación por ningún lado.
Así que al poco decidimos salirnos del camino, avanzar tierra adentro y buscar la carretera. Una vez la encontramos la ruta ya no tuvo historia. Pedalear entre un tráfico moderado hasta llegar a Vilanova dos Fontes.
El pueblo es como todos los demás. Recorrimos sus calles del centro histórico arrullados por el viento y la amenaza de nueva lluvia. Luego comimos en Paparoca Sadwichería, junto al hotel, y mereció mucho la pena tanto por la calidad como por el precio. Por la tarde nos dimos un baño en la playa… el agua estaba helada.
