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de Setubal
a Évora


Desayunamos a las 7 para intentar ir tranquilos en esta etapa que iba a superar los 100km. La salida de Setubal fue menos complicada de lo esperado. Llegamos en carril bici hasta los márgenes de la ciudad y a partir de ahí había mucho tráfico en sentido entrada por lo que no nos agobió demasiado.
Pasado Algeruz Gare giramos a la derecha por una carretera en muy mal estado y nos encontramos un puente de hierro semiderruído cerrado al tráfico rodado. Al verlo desde lejos el primer pensamiento fue… ¡vaya contratiempo!


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Sin embargo era posible pasar caminando o con la bicicleta. Atravesamos Zambujal y tomamos una carretera de tierra preciosa que atravesaba campos de pinos y alcornoques y luego hermosas plantaciones de vides. El paisaje era precioso y la carretera tranquila pero temíamos nos echaran en cualquier momento porque estaba señalizado que se trataba de un camino privado.
No ocurrió pero, al alcanzar la carretera principal, comprobamos con desagrado que la ruta que habíamos planificado no era posible porque estaba cortada con una valla y un candado así que tuvimos que dar un rodeo por Marateca. No fue mala opción porque hasta Cabrela la carretera fue muy bonita, en buen estado y tranquila.
A partir de Silveira tomamos la nacional y, aunque avanzamos más rápido la carretera llevaba más tráfico. Camiones que circulaban muy rápido hasta que por fin llegamos a évora… muy cansados porque los últimos kilómetros eran un sube y baja constante que nos rompía las piernas.
Dentro de Évora la cosa no fue mucho mejor porque las calles están adoquinadas y no teníamos el culo para más jaleo. Pero llegamos sin mayor contratiempo a nuestro hotel para pasar las dos noches que teníamos contratadas.

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Al día siguiente intentamos visitar una bodega (Adega Cartuxa) pero nos perdimos y no llegamos a tiempo. Habíamos buscado la dirección en Google maps y nos llevó hasta los terrenos que tiene la bodega al sur de la ciudad. Sin embargo las instalaciones que se visitan están en el norte, junto al enorme acueducto romano de la ciudad. Ir de una a otra nos llevó más de una hora porque con la ansiedad de llegar a tiempo nos perdimos un par de veces. Así que cuando llegamos no pudimos hacer la visita que habíamos contratado pero nos tomamos un vinito blanco muy ligero y fresquito… ¡la botella nos costó 5 euros! y nos fuimos a pasear por la ciudad amurallada, que es preciosa y no tiene desperdicio. Todas las casas sin excepción respetan la uniformidad estética y el conjunto es verdaderamente atractivo. Los 105 km merecieron la pena.
Llama especialmente la atención en Évora la Capilla de los Huesos, dentro de la Iglesia de San Francisco. Es una estancia que ha sido recubierta en su interior por huesos humanos… principalmente fémures y cráneos (por lo que vimos) y es una de las atracciones de la ciudad. En mi opinión un lugar muy desagradable y morboso. Si bien se supone que te vuelve humilde… No sé.

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El primer día cenamos en el Restaurante 1/4 para las 9… que no gustó mucho a los comensales del grupo y al final del segundo día cenamos en la Tasca Fina donde el Cerdo con Migas estaba muy bueno y fue el necesario colofón a una bonita estancia en este hermosa ciudad portuguesa.


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