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de Varadero a Matanzas

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No teníamos prisa ni necesidad de madrugar aquel día, así que desayunamos tranquilamente, de buffet, como el resto de los turistas. Tuvimos un problemilla con las toallas al hacer el check-out. En recepción llevan un exhaustivo registro de las mismas y no recordábamos dónde habíamos dejado alguna de ellas. Desde luego no nos las íbamos a llevar pues no teníamos dónde, pero aún así nos hicieron pasar un mal trago y pedimos la hoja de reclamaciones. Es curioso que habiéndonos quedado en sitios mucho más humildes que éste, fuera aquí donde viniéramos a tener problemas.
Uno de los botones del hotel, a nuestra salida, nos propuso comprarnos las bicicletas por lo que nos hubieran costado. Nos llamó la atención cómo el problema no era el dinero sino la disponibilidad de bicicletas por el bloqueo, pero no había trato. Ya teníamos pensado lo que íbamos a hacer con ellas.
El camino fue un sube y baja muy suave hasta llegar a Matanzas. Sabíamos que en la ciudad había un hotel de los que nos gustan. Una vieja casona señorial muy bien conservada, con esa capita de polvo y ese tufillo decadente que te hacen sentir que te estas alojando en un sitio auténtico que forma parte de la historia. Así que no perdimos tiempo callejeando como otras veces, buscando los cartelitos de las casas de alquiler, sino que fuimos directamente al Parque de la Libertad. El Hotel Velasco entonces de la cadena Cubacan, es una preciosidad, antiguo y muy bien conservado, con un gran patio central que hace las veces de comedor. Las habitaciones en la planta alta se sitúan en torno a ese patio, con una decoración clásica y un nivel de calidad muy digno. Nos dimos la preceptiva ducha y lavamos nuestra ropa sudada antes de bajar al Cóctel Bar a tomarnos el mejor mojito del viaje.

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Luego, recuperados, paseamos por la ciudad y tomamos un breve almuerzo en la fonda. Frente a la iglesia conocimos a un descendiente de zamoranos que se acercó a nosotros a preguntarnos si éramos de su tierra. Ex profesor de historia, con hijo en la cárcel condenado por problemas políticos… una historia dramática como hay tantas en Cuba.
Regresamos al Parque de la Libertad, donde estaba el hotel, y a nuestra llegada nos sorprende el espectáculo que está teniendo lugar en el parque. Miles de pájaros, (acaso vencejos) sobrevolaban el parque con su cantinela atronadora. Aparecían en grandes y veloces bandadas por la bocacalle, como si fuera su propia autopista, y atravesaban el parque con una sincronización perfecta. Nos quedamos anonadados observando este espectáculo de la naturaleza antes de entrar al hotel para la cena.
La cena en el patio del hotel resultó también muy agradable. Langosta grillé graciosamente amenizada por una pareja de músicos, vocalista y flautista, encantadores.


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