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Visitar La Habana

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Primer día en la Habana


Salimos con nuestras bicis pero sin alforjas a recorrer La Habana. Nos sentíamos ágiles sobre nuestras monturas. Empezamos por el Malecón y lo recorrimos hasta el barrio de Miramar donde están las embajadas y donde esa Habana vieja y sucia se trasforma en una ciudad señorial, burguesa y ajardinada. Pese a que supuestamente esta prohibido circular en bicicleta por la avenida que cruza el barrio (Quinta Avenida) no tuvimos forma de evitarlo. Seguimos hasta el Barrio de Fuster con sus casas alicatadas con pequeños trozos de cerámica a modo de mosaicos, aspirando a modernistas, y terminamos en la Marina de Heminguey donde nos tomamos un refresco antes de iniciar el regreso.

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Quisimos volver por el interior y, para lograrlo, tuvimos que rodear el aeropuerto militar que hay en la zona. Luego alcanzamos el inmenso cementerio que llaman la Necrópolis de Colón y la ciudad de las artes y de la música, donde oíamos a los alumnos afinar sus instrumentos en una especie de sinfonía dodecafónica muy en sintonía con el desorden de la ciudad.
Por la tarde regalamos nuestras bicicletas… cada uno la suya. Unos al primer transeúnte que les pareció digno de ella: un padre con su hija, un niño de 8 años al que hubo que bajar el sillín o a una mendiga. El ponchero de Santa Clara también se presentó con su hermano a recoger la suya.
Por la noche fuimos en un Chevrolet descapotable (12 CUC) a la Casa de la Música de Miramar, a escuchar una buena orquesta de salsa. Había mucha gente. Algunos cubanos simplemente habían ido a bailar y otros, enseñaban a grupo de extranjeros algunos pasos de baile. Más allá había pequeños grupos de extranjeros, unos muy timoratos y otros parecían rusos, las chicas enfundadas en sus falda de tubo. Una fauna muy variopinta y curiosa. Regresamos al hotel en un taxi de marca soviética del que se podía decir que… caminaba.
Al regreso dimos un paseo a pie por la Habana Vieja y cenamos por 105 CUC (5 personas) en el Paladar Doña Eutimia. Una especie de trattoria bien presentada pero sin la calidad de La Guarida.


Segundo día en la Habana


Ya habíamos regalado nuestras bicicletas así que el paseo tuvo que ser a pie. Empezamos pateando hasta el Hotel Habana Libre, vestigio vivo de su propia época gloriosa, y por las calles de El Vedado fuimos hasta el Gran Teatro de La Habana. Igual que hiciéramos en el Habana Libre entramos ala Hotel Inglaterra solo para ver el vestíbulo.
Luego visitamos la universidad de la Habana. Nos pareció un lugar fantástico, con muchísimo ambiente, y hablamos con algunos estudiantes. Quisimos sonsacarles sobre la visión de Cuba que tenían pero tan solo se quejaron de no tener internet. Compramos en el mercado ají y judías negras para hacer un Arroz Congrí cuando estuviéramos en casa.

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Por la tarde vimos la obra "Nadie sabe lo que ocurre en la intimidad de 4 paredes", que versaba sobre las parejas heterosexuales y homosexuales, con pocos medios pero muy digna, en un teatro pequeño con la sala bastante llena a 10 pesos nacionales la entrada.

Foto teatro en la Habana

Cenamos en el Paladar San Cristobal en la calle Rafael, recomendado por el conserje de nuestro hotel. El lugar nos pareció bonito y con mucha historia pero demasiado pomposo para nuestro gusto. En nuestra mesa habían comido 5 jefes de estado y, por supuesto, nosotros. Buen pescado en salsa de naranja, 145 CUC 5 personas. Seguimos prefiriendo La Guarida.
Después de cenar fuimos al hotel a recoger nuestras alforjas, que ya habíamos empaquetado con plásticos y manteles, y cogimos un taxi hacia el aeropuerto. Vuelo nocturno a Madrid.

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