de
Guanabo

AMG

a
La Habana


Desayunamos en la terraza a las 8:30. Hablamos con Teresa sobre el tipo de turismo que tiene la zona. Clientes que pasan hasta 6 meses al año, muchos de ellos canadienses. ¿Haciendo qué? nos preguntamos. ¿Turismo sexual?… no sabemos. Ellos mismos velan que no entren menores de 18 años…
Pensábamos que iba a ser una entrada triunfal a La Habana pues solo había 25 kms desde Guanabo, pero la cosa se fue complicando. Debido a que había llovido esa noche, el camino de la playa estaba en pésimas condiciones y tuvimos que subir una buena cuesta para salir del pueblo. Luego el trayecto estaba lleno de toboganes y la ansiedad por llegar nos comía. Algunos cicloturistas, mucho menos cargados que nosotros, se acercaban también a la Habana haciendo este mismo camino.
Todos nos detuvimos a la entrada del Túnel de la Habana donde un policía nos impidió el paso. Estaba prohibido circular en bicicleta a por el túnel y tuvimos que retroceder la Vía Monumental para rodear la bahía. La Habana es una ciudad muy grande y anduvimos perdido durante un buen rato, hasta que llegamos al Hotel Iberostar Parque Central, junto al parque del mismo noble y al ladito del Capitolio. El lugar en el que concluía nuestro viaje.
Tal como estábamos, sudados y vestidos de ciclista, entramos en El Floridita y nos tomamos un buen Daiquiri, para celebrar el logro. Puesto que íbamos a estar poco tiempo en La Habana y queríamos aprovecharlo al máximo, entramos en una agencia cubana donde nos informaron de las actividades culturales para esos días.
Nos dimos una ducha en el hotel y nos fuimos a cenar a La Guarida, previa reserva, donde se rodó la película Fresa y chocolate, colofón inmejorable a nuestro viaje. Tuvimos que callejear por las destartaladas calles para encontrarlo y, cuando creíamos haber llegado, subir una destartalada escalera que parecía no llevar a ninguna parte. Todo a nuestro alrededor nos indicaba que nos habíamos equivocado de sitio, que en este Palacio semiderruído no podía servirse una comida y mucho menos haber un Paladar, pero de pronto… se abrió una pequeña puerta y entramos en un oasis de buen gusto, calidez, servicio magnifico y mejor comida. La lasaña de papaya y el cochinillo espectaculares, los postres aun mejores. Fue caro pero nos lo merecíamos (170 CUC las 5 personas, con mojitos, cerveza y vino). En la terraza de la azotea terminamos de alcoholizarnos contemplando el hermoso espectáculo de los tejados de La Habana.


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