Desayunamos a las 7 am. En nuestra primera etapa de bici evitamos la Autopista Nacional, que era el modo más rápido de llegar a Palma Soriano, y optamos por la vieja carretera de El Cobre, que atraviesa las faldas de Sierra Maestra (Parque Nacional de Turquino). Desde el hotel Casa Granda nos dejamos caer hacia el puerto, dejamos el cementerio a la izquierda y tomamos la carretera vieja a El Cobre. Despiezaban un cerdo junto a la calle, buenos baches, alguna loma sabrosona pero nada de la dureza que nos habían contado. A medida que nos acercábamos a El Cobre se veían pequeños puestos de flores flanqueando la carretera. Vendían una especie de guirnalda blanca y amarilla para homenajear a la Virgen. Aparcamos las bicis en el mirador que hay frente a la ermita y entramos para hacer nuestra propia ofrenda. Algunos turistas.
de EL COBRE a PALMA SORIANO
Del Cobre a Palma Soriano se nos hizo más duro, una larga loma que bajo el sol, sin tener demasiada pendiente, parecía no terminar nunca. Ahí tuvimos el primer pinchazo y, para colmo de males, se trataba de la rueda trasera. No es que fuera nada muy grave, pero era el primer día y te empieza a rondar la cabeza la infausta idea de que te vas a pasar el viaje cambiando ruedas. Luego no es más que eso, un nubarrón que se disipa. Lo reparamos y reanudamos la ruta.
Un poco más adelante hicimos una parada para tomar un poco de fruta y descansar un poco. Ya habíamos superado la mayor dificultad montañosa del día (y de todo el viaje) y no había sido para tanto. Solo un pinchazo y sudar un poquito. Nada a lo que no estuviéramos acostumbrados. Así que teníamos tiempo de sobra para llegar a Palma Soriano.
Premeditadamente habíamos diseñado esta etapa bastante corta. Teníamos dos motivos: Desconocíamos la dureza que iba tener Sierra Maestra y no teníamos referencia de ninguna casa que alquilara habitaciones en Palma Soriano. De hecho es como si Palma Soriano no existiera siquiera. Muy pocas referencias en la red. Como no teníamos hospedaje nos dejamos caer por el Hotel Palma, sabíamos que estaba cerrado pero en el local había un restaurante y allí preguntamos por algún hospedaje. Una de las empleadas, conocía a alguien que alquilaba habitaciones, su sobrino que tenia un Restaurante (entonces se llamaba 1905 pero por lo que vemos ahora debe ser el Bar Barigua). Mientras lo localizaban, el cocinero se llevo la goma pinchada para que alguien la reparara.
Este fue el peor alojamiento del viaje pero, siendo el primero, dejó una grave impronta en nosotros, pues temíamos que el resto fuera de la misma calaña. Tuvimos que subir las bicicletas dos pisos por una escalera estrecha y llena de trastos. Tres personas compartieron una habitación interior, los baños y el colchón estaban en muy mal estado y había que tirarse el agua por encima con un cubo para darse una duchar o para aliviar el inodoro. Nada grave para estos valientes aventureros. Cenamos allí mismo, en un gran comedor que había en la primera planta y luego dimos paseo por el pueblo. Apenas encontramos coches de gasolina sino muchas carretas de caballos, una imagen que se repetiría de forma constante en los pueblos venideros (no así en las ciudades). Calles oscuras y destartaladas, llenas de baches, mucha gente haciendo esa vida pueblerina que en nuestro país se perdió ya hace años, resultaba agradable pero estábamos un poco impresionados por nuestro primer día de bici y quizás no supimos disfrutar del instante. Nos fuimos a la cama.
